Cuando en el mes de agosto en la Argentina se festeja el Día del Niño con múltiples actividades, en la vecina República del Paraguay, en la conmemoración se recuerda a los “Niños mártires de Acosta Ñu”, de la llamada Guerra de la Triple Alianza.
Juan Plocher, uno de los mayores compiladores de historias de Montecarlo, compartió con Ko‘ape un escrito que le envió un amigo suyo desde España para recordar este aberrante hecho que no aparece en la historia ni en las aulas de los países latinoamericanos, por lo que “nos corresponde a nosotros divulgarla”.
El texto señala que el 16 de agosto de 1869, se producía la heroica batalla de Acosta Ñu, donde a falta de soldados, numerosos niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate; “Seis horas resistieron las cargas de la pesada caballería brasileña, que vengando el engaño acabaría incendiando el campo de batalla con sus oponentes infantiles”, según cuenta el historiador argentino José María Rosa en su libro “La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas”.
En tanto, el periodista brasileño Juan José Chiavenatto dice en su famoso libro “Genocidio americano: guerra de Paraguay” -publicado hace más de cuatro décadas-, que “los niños de seis a ocho años, en el fragor de la batalla, despavoridos, se agarraban a las piernas de los soldados brasileños, llorando para que no los mataran. Pero eran degollados en el acto”.
Si bien algunos señalan que muchos de sus datos han sido matizados o desmentidos, coinciden que el texto sirvió para echar luz sobre lo que hoy sí es ampliamente reconocido como el enfrentamiento internacional más sangriento de la historia de América Latina: la Guerra de la Triple Alianza.
El autor agrega que “después de la insólita batalla de Acosta Ñu, cuando estaba terminada, al caer la tarde, las madres de los niños paraguayos salían de la selva para rescatar los cadáveres de sus hijos y a socorrer a los pocos sobrevivientes, pero el Conde D’Eu mandó a incendiar la maleza, matando quemados a los niños y a sus madres”. Su orden era tajante: matar “hasta el feto del vientre de la mujer”.
El Hospital de Piribebuy fue incendiado luego de que se cerraran todas las puertas y ventanas con 600 heridos, médicos y enfermeras dentro. El Archivo Nacional de la República fue sacado a la calle y con los documentos históricos se hicieron fogatas. La sangre corría por las calles como agua de lluvia, cuando se degolló a 900 prisioneros.
La batalla de Acosta Ñu fue algo que en las batallas bélicas del mundo no tiene comparación, no existen antecedentes de otros ejércitos integrados completamente por niños.
En la batalla de Acosta Ñu, aproximadamente tres mil niños paraguayos enfrentaron a veinte mil soldados del Ejército brasileño, lo que se conmemora como un acto de heroísmo sin igual. Por la masacre producida, hasta la actualidad en Paraguay se recuerda la “batalla” de Acosta Ñu como un episodio de gloria. Y para conmemorarlo, todos los 16 de agosto “se conmemora” el Día del Niño.
El Conde D’Eu, un sádico
Tras la derrota sufrida por sus tropas en el combate de Piribebuy, el comandante Francisco Solano López sintió amenazada su retaguardia por las fuerzas que avanzaban por Altos y Piribebuy, al mando de los generales Emilio Mitre y José Antonio da Silva Guimaraes, y resolvió retirarse, no sin antes dividir su tropa en una de vanguardia, que confió al general Resquín, y otra de retaguardia, a las órdenes del general Bernardino Caballero.
En la tarde del 13 de agosto se puso en marcha rumbo a Caraguatay. De paso, mandó fortificar la entrada de la picada que conduce al pueblo y dejó allí a 1.200 hombres, con algunos cañones, a las órdenes del coronel Pedro Hermosa.
El movimiento de la columna paraguaya de retaguardia era, y tenía que ser, muy lenta porque seguía el compás de la larga fila de carretas en que iban los bagajes de su ejército. La extrema flacura de los animales de tiro hacía que aquellas apenas anduvieran. Y así pronto Caballero se vio separado de los suyos, solo, en medio del enemigo, librado a su propia suerte. Era como el escudo del ejército en retirada, contra el cual se estrellaría todo el poder de la Triple Alianza.
Recién el 15 de agosto el Conde brasileño D’Eu (Gastón de Orleans) entró a Caacupé, donde se enteró de la retirada total de las fuerzas paraguayas. Ante la noticia de que una fuerte columna paraguaya se retiraba lentamente por una picada que conduce a la llanura de Barrero Grande, el Conde D’Eu, ordenó al Mariscal Victoriano Carneiro Monteiro que marchara rápidamente hacia el pueblo de Barrero Grande, para cortarles la retirada, mientras él caía sobre la retaguardia de los paraguayos.
El Conde D’Eu precipitó la marcha de sus tropas y salió con todas ellas a Acosta Ñu, sitio donde iba a librarse la batalla. Los paraguayos disponían de unos 3.500 hombres y algunos pocos cañones, y sólo contaba con un batallón de veteranos, el 6º de Infantería. El resto eran niños y ancianos. Los niños fueron disfrazados con barbas postizas para que el enemigo los tome por adultos y les presente combate. Su caballería era escasa y en mal estado.
El mismo Conde D’Eu reconoció en su Diario de Campaña “la gran desventaja” con que peleaban los paraguayos, por la manifiesta inferioridad de sus armas. “Nuestros fusiles a lo Minié -dijo- llevaban la muerte hasta a sus reservas, al paso que, a nuestros soldados más avanzados, pocos perjuicios sufrían”.
“No se conoce en la historia de América del Sur por lo menos, ningún crimen de guerra más hediondo que ese”, aseguró Chiavenatto en su libro.