Cuando uno busca datos referenciales de Ucrania, sean históricos o actuales, conocer más sobre los primeros descendientes que llegaron de ese país a establecerse en Misiones, actividades sociales actuales o novedades de la triste invasión rusa a su territorio, es inevitable pensar en Jorge Balanda, un comunicador con una inmensa trayectoria en distintos medios e instituciones locales y que con un trabajo de años, mantiene vivas las raíces de sus ancestros en el corazón de las nuevas generaciones, siendo uno de los referentes de la colectividad ucraniana en la Argentina.
Jorge Ángel Wladimiro Balanda nació en Posadas el 10 de octubre de 1959. Es hijo de Miguel (hijo de inmigrantes ucranianos) y Teresa (nieta inmigrantes de esa nacionalidad) y hermano de Juan Miguel y José Rafael. Hasta el momento de casarse vivió junto a sus padres en la casa ubicada sobre la avenida Rademacher, frente a la Iglesia San Vladimiro y al Colegio San Basilio Magno, en el barrio Palomar.
“Con la fuerte presencia de mis padres, la de mis abuelos, sobre todo de las ‘babas’ Anastasia y Julia y la vecindad con la Iglesia y el colegio, no podía estar ausente en mí el amor por la cultura ucraniana”, recordó Balanda, quien actualmente es presidente de la Delegación Misiones de la Representación Central de la Comunidad Ucraniana en Argentina.
Cuenta que “de joven era muy difícil pensar en un protagonismo como el que de alguna manera me tocó con el paso de los años y de conocer el país de mis ancestros. Ucrania era parte de la Unión Soviética y si bien estaba latente la posibilidad, la verdad era muy lejana. Solo nos quedaba ‘soñar’ y desde las comunidades tratar de trabajar en visibilizar que había un pueblo que era subyugado por otro. Pero llegó la independencia de Ucrania y todo cambio. Lo que era un sueño fue realidad, la idea de viajar, conocer lo que nos habían relatado. Todo se dio de pronto y me fue empujando a hacer cosas, establecer relaciones, trabajar para que Ucrania sea comprendida en el mundo y así me fue llevando, caso a veces sin proponerme. Es que son casi 45 años de trabajo en las instituciones donde a mis 17 ya presidía una comisión juvenil de ucranianos…”.
Así, con el baile, las canciones, las charlas con las abuelas, las lecciones del padre Jorge Melnyczyn, párroco de la Iglesia San Vladimiro, y de los sacerdotes Doroteo Szemczij y Emilio Ryndycz, fue adquiriendo conocimientos y un profundo cariño por todo lo que concernía a la tierra que habían dejado los abuelos.
Viajé varias veces a Ucrania, donde me emocioné hasta las lágrimas en el sitio donde nacieron mis abuelos, bailé la kolomeia y realicé un documental para la Tv, entre tantas vivencias”.
La vocación por los medios hizo que ingresara a LT4, donde tuvo su primer programa que se llamó “Música y Canciones de Ucrania”, espacio que estuvo en el aire por más de veinte años.
“En 1981, fui convocado para mi primera experiencia como director de un conjunto de danzas. Era el Barvinok de Oberá. No solo lo dirigí, también me anime a bailar en algunas oportunidades, Allí conocí a quién es mi esposa María del Carmen Mantulak y madres de mis hijos, Ivana María, Mariano Miguel y Jorge Nicolás”, relató con orgullo, similar al que sintió cuando fue condecorado por el gobierno del estado ucraniano –la Orden de Yaroslav “El Sabio” Grado V- tras el decreto del presidente Volodímir Zelenski, y se convirtió en el primer descendiente de ucranianos en recibir esta importante y distinguida mención en Misiones.
Cuenta que “alguna vez, en uno de esos encuentros que realizábamos jóvenes dirigentes de la comunidad, nos planteábamos o preguntábamos si nos iríamos a vivir a Ucrania. Yo siempre expresé que mis abuelos, no sé si eligieron, pero les tocó forjar su futuro en Argentina y a pesar de sus penurias, se quedaron. Mi respuesta fue que Argentina es mi tierra, es mi país. Para ser un buen descendiente de ucranios, debo ser primero un buen argentino. Amo a Ucrania porque se trata de mis orígenes, de allá vino mi sangre, pero Argentina es mi lugar”.
Es inevitable hablar sobre la actualidad de Ucrania y no duda en afirmar con tristeza que “se sufre mucho con la guerra, tengo amigos, familia que sé que no la están pasando bien, las sirenas de todos los días son parte de su vida, la muerte de vecinos y familiares son noticias cotidianas. Es una verdadera tragedia, veo imágenes de lugares por donde caminé y hoy hay solo escombros y la muerte es parte ya del paisaje”.