Horror. Sólo así se puede describir la situación que conmocionó al barrio Yacyretá el 17 de septiembre de 2012, cuando quedó al descubierto el aberrante crimen que había cometido uno de sus vecinos dos días antes.
El hallazgo fue escalofriante: tres cuerpos enterrados en el interior de una vivienda situada en la calle 66, a una cuadra de la avenida 115. Estaban en una fosa común, debajo de una cama en una de las habitaciones del inmueble.
La Policía tomó conocimiento del hecho a las 15:45 del lunes 17 de septiembre de hace diez años, cuando el asesino se entregó en la comisaría Sexta. Allí, frente a los uniformados, confesó el triple homicidio y contó con lujos de detalles dónde había sepultado los cadáveres.
Las víctimas fueron identificadas como Angélica Hann de Freitas (46), pareja del asesino, y sus hijos Betiana (14) y Mauricio (10) Ruiz.
Los tres dormían en habitaciones separadas cuando los encontró la muerte brutal, cobarde y sanguinaria. La autopsia determinó que los tres cuerpos presentaban golpes en la región craneana y heridas de degüello, aparentemente provocadas con un cuchillo de gran filo.
El detenido fue identificado como Juan Orbino, de 25 años, quien admitió haber matado a los tres a eso de la 1 del sábado anterior, 15 de septiembre.
Según se supo entonces, la pareja se había separado de hecho unos cinco meses antes, pero el muchacho se negaba a aceptarlo. Aducía que la casa era de su abuela y los que debían abandonarla eran Fleitas y sus hijos.
Además, otro de los siete hijos de Freitas contó que su madre era víctima de sistemáticas agresiones físicas y verbales por parte de Orbino. “Yo salí en defensa de mi mamá en más de una ocasión, cuando él quería pegarle. Él siempre amenazaba con matarla”, reveló.
Sin embargo, el sujeto no tenía hasta entonces antecedentes policiales ni judiciales, de manera que quedó descartado que fuera denunciado por violencia doméstica u otro delito.
A sangre fría
Una de las aristas más macabras, en un episodio de por sí espeluznante, es que el criminal seccionó con un hacha las extremidades a las tres víctimas para que pudieran caber en la fosa que cavó en uno de los cuartos de la casa.
Los cuerpos tenían ropa de cama cuando fueron desenterrados y no presentaban signos o marcas de defensa. Otra arista que sorprendió a los investigadores es que no encontraron rastros o vestigios de sangre en ninguna dependencia del inmueble.
Esta circunstancia indicaría que el responsable del macabro episodio limpió cuidadosamente la escena, antes de verse doblegado por el peso de la culpa y confesar.
Además, se encontraron vestigios de que el autor, tras el crimen, quemó colchones y prendas de vestir en el patio posterior de la vivienda.
La condena
Pocos meses después, en febrero de 2013 y en un juicio abreviado, Orbino aceptó una pena de 35 años de prisión por el triple homicidio agravado (aún no existía la figura penal de femicidio).