Cada 30 de septiembre se conmemora el Día Internacional del Trastorno del Lenguaje (TDL), condición que se caracteriza por presentar dificultad para comprender y/o expresarse a través del lenguaje. Además, no sólo implica complicaciones de este tipo, sino que también suelen estar asociados problemas de conducta, socialización y atención.
Según el Consorcio Anglosajón CATALISE, especializado en el estudio de este trastorno, frecuentemente se manifiesta en 2 a 7 niños cada 100.
Cómo detectarlo y cuáles son las causas
El proceso de adquisición del lenguaje básico en una persona sin el trastorno se inicia en el nacimiento y se completa -a través de varias etapas cruciales- a los 6 años aproximadamente. En esa edad, el niño cuenta con un vocabulario de alrededor de 2.500 palabras. Y una persona adulta, puede alcanzar un léxico conformado por 60.000 a 120.000 palabras. Con esos datos, la investigadora estadounidense Catherine Lord deja en claro que el lenguaje se desarrolla a lo largo de toda la vida y que se trata de la herramienta principal para acceder al conocimiento.
En el caso de un infante con TDL, inicia su proceso de adquisición del lenguaje de manera tardía, y las etapas siguientes que son indispensables suelen continuar de modo desfasado. Básicamente les cuesta comprender y hablar, o a veces comprenden pero no logran expresarse como lo desean.
“Un niño o niña en esta situación es similar a un adulto que se encuentra en un sitio en el que no conoce el idioma y no comprende lo que le dicen. Son ocasiones en las que, para entender, es habitual prestar atención a las situaciones, al contexto, a los gestos y a algunas palabras claves. Se podría decir que un niño con TDL es como un extranjero en un nuevo país”, ejemplificaron los profesionales.
Para aportar mayor especificidad, la especialista española Elvira Mendoza Lara lo denominó “el trastorno invisible”, y sus manifestaciones pueden variar. Algunos chicos hablan mucho pero no se los logra entender; otros utilizan palabras sueltas o solo partes de palabras pero no articulan oraciones; otros hablan poco y exponen frases telegráficas; algunos se olvidan las palabras, y también están quienes emplean muchas palabras, saben construir frases, pronuncian bien, pero no logran narrar con coherencia; es decir, se desorganizan y no logran sintetizar las ideas.
Cada caso es muy particular y los cuadros son dinámicos según pasan los años y las etapas de la vida del niño.
La importancia de la estimulación por parte del entorno
Sintéticamente, el TDL se caracteriza por la falta e habilidad personal para adquirir el lenguaje. Sin embargo, aunque esto apunte a algo “individual”, es importante no perder de vista el entorno familiar. Éste es un elemento indispensable en su formación, ya que influye de tal manera que puede colaborar o perjudicar las condiciones del niño.
En este punto, los especialistas remarcan la importancia de la interacción social en el desarrollo del lenguaje. Son dos los factores que se vinculan: por un lado, la habilidad personal de cada sujeto, y por otro, la estimulación medioambiental. “Para que un menor hable su entorno debe hablarle, y si cuenta con un obstáculo, el mismo entorno debe comunicarse ajustando el discurso y la forma a las posibilidades de ese niño”.
Efecto pandemia
Es de suma importancia prestar atención a los signos que esté manifestando el niño que probablemente podría padecer este trastorno. En el caso de no detectarlo a tiempo, suele derivar en problemas de socialización e inclusión del chico con sus pares, y en la instancia de aprendizaje de la lectoescritura durante los primeros años de la educación primaria.
Es por eso que durante las etapas más estrictas de aislamiento durante la pandemia que desató el Covid-19, los especialistas alertaron que bajó notablemente la tasa de estimulación ambiental. Todo está más que claro: no asistir al colegio y permanecer todo el día encerrado, utilizar excesivamente dispositivos electrónicos y la imposibilidad de asistir a terapias de manera presencial quienes lo requerían, fueron factores que influyeron de alguna manera en la intensificación del trastorno.
Incluso, se registraron casos de niños que no tenían diagnóstico de TDL e igualmente sufrieron retrasos en la adquisición del lenguaje, por motivos similares: escasa estimulación por parte del entorno familiar y uso desmedido de artefactos digitales.
No está de más recordar que la propia Organización Mundial de la Salud desaconseja enfáticamente el uso de dispositivos electrónicos por niños menores de 5 años, y recomienda el uso limitado en niños mayores de esa edad. Justamente con el objetivo de evitar consecuencias que afecten al desarrollo de su comunicación, aprendizaje y conducta.