Previo a este “fenómeno” los domingos estaban destinados más que nada al descanso. “Eran para dormir, para hacer fiaca y mirar un rato la tele. Sin embargo, ahora nuestros fines de semana cambiaron”, dijo Rita Arndt, mamá de Sofía Victoria Neuendorf Arndt (6), quien, desde hace un año, hace “de las suyas” sobre un mini quad. Reglas similares son las que imperan en casa de los Ruiz, porque Matheo Sebastián Ruiz (8) tiene “obligaciones” sobre su mini cross tanto en el Moto Cross Misiones (MCM) como en el Campeonato Misionero de Motocross (CaMiM).
El cuatri fue un regalo para el cumpleaños número 5 de Sofía -el miércoles 21 cumplió 6- pero sus padres, Alejandro y Rita, jamás pensaron que la situación cambiaría rotundamente. “Nunca pensamos que llegaríamos a esto. Era más que nada un hobby, para que lo tenga, para que juegue en casa, y ahora terminamos corriendo”, señalaron sorprendidos pero felices por el desenvolvimiento de la pequeña.
Según la madre, la idea fue del papá y de Martín Cassoni, uno de los tíos que estaba corriendo el rally y que es padre de Valentina, de la misma edad que Sofía. “Fue su hija quien corría su primera carrera en Dos de Mayo cuando fuimos a verla. Después de eso, la nuestra nos planteó que también quería correr”, dijo.
Fue así que se pusieron en contacto “con los chicos, a buscar la ropa, que tuvimos que mandar a achicar con una modista que nos deja acorde a su tamaño. Y así seguimos. No llegamos a dimensionar que iba a llegar a esto, pensamos que iba a correr ahí, una o dos veces, pero cada vez se hace más fuerte. También se nota su esfuerzo, se la ve entusiasmada, enganchada, como motivo de su cumpleaños eligió un cuatriciclo. Viéndola feliz, con esa emoción, con esa energía, la apoyamos”, acotó Rita.
Sus mecánicos son del grupo de amigos de sus padres, también están sus abuelos, sus tíos. “Cuando van a las carreras, todos ayudan, ahí no hay un solo mecánico. Pero tiene el suyo, Agustín, del Team Kaleñuk, de San Vicente”, que se ocupa de su máquina. Su primera carrera la corrió en San Pedro, después en 25 de Mayo, luego en Bonpland, Eldorado y el pasado domingo, por primera vez, en Posadas. En 25 de Mayo “se rompió la cadena, el block del motor, y en menos de dos horas le arreglaron el cuatriciclo. Somos realmente un equipo, todos juntos, apoyando, la familia, los amigos, y los amigos que se vuelven familia, como la de Matheo, que también es de San Vicente. Ellos viajan juntos en el mismo transporte escolar y con todo esto, terminamos movilizándonos juntos, compartiendo los almuerzos”, señaló.
Viajar, representa toda una odisea. Por ahora, los Neuendorf Arndt tienen un vehículo pequeño por lo que deben tumbar los asientos, subir el cuatri, y volver a levantar uno para que Sofía se acomode y pueda viajar cómoda. Al cuatriciclo “lo tuvimos que adaptar porque con sus dedos no alcanzaba el freno en el manubrio, así que prepararon un freno hidráulico que ella frena con los pies. Es una obra de ingeniería entre los muchachos del taller, los abuelos, los tíos. Opinando, entre todos pudieron preparar a fin que esté acorde y ella pueda correr. Estamos atentos a todas las necesidades que nos va planteando. Nos dice cuando no puede frenar, o cuando tiene que acelerar más y hay que seleccionar otro cambio. Ella misma nos marca lo que va necesitando para ir corriendo”.
“Es muy responsable, sabe que no puede subirse sin el casco, sin la pechera, tiene mucho cuidado, espera que le hablemos cuando puede entrar al circuito, cuando debe salir. Y cuando tiene que pasar a alguien en las curvas del circuito, lo hace muy delicadamente”, aseguraron los padres de la niña.
La describieron como “muy activa, cuando los chicos tienen alguna actuación, alguna poesía, siempre le pide a la mae para poder participar, como ahora en los 40 años de su colegio -Instituto Ceferino Namuncurá-, le dieron una poesía para que recitara ese día. El viernes se la leímos y hoy ya la sabe, o sea que tiene buena memoria, le gusta participar de los actos, le gusta bailar, va a danza (folclore y clásico), hace acrobacia en telas. Pero la felicidad que tiene cuando se baja del cuatriciclo no se compara con ninguna” de estas dos disciplinas.
Después de cada victoria, lleva sus trofeos al jardín para poder mostrar a sus compañeritos, charla con su maestra sobre cómo fue su carrera, y su participación.
Rita, que se desempeña como docente, al igual que sus padres, Omar y Estela, admitió que provienen de familias conocidas en el pueblo y, ahora, con Sofía, más aún. “Viéndola feliz, la dejamos ser. Más que nada acompañarla y estar con ella. Con su carácter, ella lo cambia todo. Cuando charlamos, ella interviene, apunta, nos marca. Dice lo que piensa, es muy directa, siempre lo expresa, de buena manera, respetuosa. Es una niña sociable, que le gusta charlar, jugar”.
Al referirse a la seguridad, confió que “cada vez que sube al cuatriciclo e ingresa al circuito, entramos los dos, la acompañamos, antes que comience a girar, se reconoce dónde están las curvas, dónde va a tener que frenar. Se recorre el circuito antes, y nosotros la estamos mirando, observando, cuidándola, pero siempre dejándola ser. Hasta ahora va bien, gira bien”. Alegó que, en los estudios de magisterio, “se pone de manifiesto esto de que al niño hay que dejarlo ser. Hay que marcar los límites. Sofía los tiene bien marcados, donde puede, donde no, que sí, que no, y desde ese punto, dejarlos ser. Explicarles lo que está bien, lo que está mal, charlarlo, porque ellos entienden todo. Le decís que en tal curva tenés que girar, tenés que frenar, y te hace caso. A otros padres le diría que se animen”.
Alejandro Neuendorf siente “un orgullo enorme” porque “hace poco nos insertamos en este deporte y nos cambió la vida. La verdad es que nos hicimos muchos amigos, pasamos los fines de semana en familia. Sofía siempre nos sorprende porque le gusta hacer de todo, los caballos, las motos, los autos, le gusta el campo, pero también es delicada, hace danzas, hace telas. Entonces siempre estamos para apoyarla, tratamos de dedicarle el mayor tiempo, y hacemos todo para ella. Es educada, nos escucha, y nos deja orgullosos en cualquier lugar”.
Aseguró que la pequeña sabe que “cada gusto viene de un esfuerzo y de un tiempo de trabajo. En casa, la mamá se levanta a las 5 y trabaja hasta las 18 porque es docente. Yo también trabajo prácticamente todo el día. Y ahora me encuentro terminando de estudiar ingeniería agronómica en Eldorado. Todo el esfuerzo conjunto que hace la familia ella lo sabe valorar y cuando tiene que ayudar, siempre está, aunque más no sea jugando, nos acompaña. En casa ayuda a la mamá. Siempre terminamos conociendo a más personas, haciendo amistades, gracias a ella que siempre siembra esos vínculos”.
Instó a los padres que tienen la oportunidad, “que motiven a los chicos, que eso les cambia, les genera una responsabilidad y una seguridad, es un desafío”.
Se trae en la sangre
Sebastián Ruiz, el papá de Matheo, contó que provienen de una familia a la que “le gusta el ruido” y que “esto se trae en la sangre”. En su caso, el movimiento surgió a partir de 2019 que fue cuando “le regalé la motocicleta. Empezó practicando en casa, dando vueltas por el patio, y comenzó a recorrer los circuitos”. Después de la pandemia y al habilitarse nuevamente la actividad, el año pasado empezó a correr en el Moto Cross Misiones (MCM), que organiza la zona centro/norte de la provincia. En 2021 salió subcampeón del campeonato con apenas 6 años, y este año está detrás de dos campeonatos: el del MCM y el del Campeonato Misionero de Motocross (CaMiM), que se organiza en Posadas.
Añadió que “le regalé la moto cuando tenía cinco. Es que a mí siempre me gustaron las motos, siempre participé en carreras, en trillas, siempre tuve una, ahora no porque la vendí para comprarla a él. Quiero que él también tenga esa pasión por los fierros, siempre vi en él esa inclinación. Siempre le gustaba el ruido de las motos”. En un primer momento, “recibí algunas observaciones de la mamá, que decía que era muy chico, pero dejamos que elija y empezó a andar. Desde que se subió a una, nos sorprendió a todos porque salió andando cuando no se había subido solo hasta ese momento. También tuvo una experiencia con motos de mayor cilindrada. Ahora corre con una Guerrero GRF 90 cc en la categoría mini cross y a partir del año que viene empezará a largar en mini cross y juniors”.
Los amigos de Sebastián, que trabaja en una distribuidora de frutas y verduras, son casi todos mecánicos de moto, o sea que en lo que respecta al taller “prácticamente lo tenemos gratis, pagamos solamente los repuestos porque los amigos lo hacen todo de corazón”.
Comentó que su hijo “siempre habla de correr afuera, aspira ir a los Estados Unidos, a otro país. Para el año venidero tendremos que mejorar la moto porque ya le va quedando chica. Y son gastos extras. Y como está la economía está difícil adquirir una porque la mayoría, las mejores, son importadas. Pero todo sea por hacer lo que a Matheo le gusta porque es un deporte sano y, concentrado en el deporte lo aleja de muchas cosas malas”.
Admitió que “siempre me gustó y siempre participé, me alejé porque uno va quedando grande, asume otras responsabilidades, y pones cosas en la balanza. Si me lastimo, pierdo días de trabajo, ahora que disfrute él de lo que yo disfruté cuando era más joven. Verlo en la pista me emociona. O cuando me escriben chicos de otro lado y me dicen: conocí a tu hijo el fin de semana, es bueno, humilde, sencillo. Me llena de orgullo tener un hijo así”. A otros padres, instó a que “se animen a dejarlos, que no es nada de otro mundo, que de afuera por ahí lo ves peligroso, pero te ponés a la orilla de la pista, a mirarlo, a disfrutar de la pasión, sentir la presión, la adrenalina que ellos sienten. Lo importante es hacerles entender los riesgos, pero son chiquitos aprenden rápido. Cuando le decís algo, ya están haciendo o tratando de hacer como le dijiste que hagan”.
Aclaró que en los campeonatos “nos exigen la indumentaria adecuada para la seguridad, no podés largar si no la tenés. Y eso nos hace sentir tranquilos. Muchas veces desde afuera se ven accidentes y uno se imagina que se habrá lastimado, pero salen caminando. En casa hablamos, les enseñamos que estas cosas se hacen sólo en el circuito, no así en la calle”.
Matheo cursa el segundo grado de la Escuela 380, de San Vicente, aunque los lunes, después de la carrera, son días complicados. Sus amiguitos siempre lo reciben emocionados, le piden fotos, calcos. También es muy querido por los pilotos mayores “porque es humilde, sociable, le encanta hacer amistades”.