Durante la jornada de hoy, más de 156 millones de brasileños votarán a su próximo presidente y aunque hay más de 10 candidatos, sólo dos tienen posibilidades reales de gobernar al gigante de Sudamérica. La lucha entre el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (PT) y el actual mandatario, Jair Bolsonaro, partió en dos al país.
Las encuestas colocan a Lula delante de Bolsonaro en la intención de votos con una clara ventaja en distintos sondeos y como claro favorito para un eventual balotaje entre ambos el 30 de octubre. En la última encuesta de Datafolha, divulgada este jueves, Lula aparece con el 50% de los votos válidos (cuando se excluyen los blancos y los nulos). Bolsonaro le sigue con el 36% de los votos válidos.
Para ganar la elección sin necesidad de una segunda vuelta, el candidato necesita el 50% más 1 de los votos válidos, según la Ley Electoral del TSE (Tribunal Superior Electoral), aclara Datafolha. Según la consultora Ipec, Lula alcanzaría el 48% de apoyo de los votantes ante el 31% de Bolsonaro.
Mientras tanto, un sondeo de CNN Brasil arroja un 48,5% de intención de voto para Lula y 41% para Bolsonaro. Estas elecciones parecieran tener las típicas características de los recientes comicios en la región (polarización, choque entre izquierda y derecha, populismo, etc.).
La dureza de la lucha electoral, el ánimo de los votantes y, sobre todo, las dudas sobre cómo actuará Bolsonaro ante una posible derrota, llevan a expertos en política brasileña como Marco Antonio Teixeira a advertir que esta elección es “atípica”.
Si bien hay 11 candidatos presidenciales registrados, la campaña electoral de Brasil es desde su inicio un pulso entre Bolsonaro (67) y Lula (76). El tercer candidato en las encuestas, el centroizquierdista Ciro Gomes, con 6% de las intenciones de voto. Su apoyo sería clave si hubiera segunda vuelta, según Datafolha.
Polarización
A diferencia de elecciones anteriores en que los contendientes se veían como adversarios, ahora hay una fuerte polarización donde se instaló la noción de “enemigo político. Con el enemigo no tienes diálogo, no respetas al otro: eso es lo que está ocurriendo”, explica a BBC Mundo Vera Chaia, profesora de ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de São Paulo. “La propagación del odio y la visión estrecha del candidato Bolsonaro hacen que esta elección sea muy exasperada”.
En las últimas semanas, Bolsonaro dijo que los comicios son “una lucha del bien contra el mal”, se presentó como garante de los valores conservadores y cristianos, y se refirió a Lula como un “ladrón” que puede llevar a Brasil hacia un socialismo como el de Venezuela.
El presidente, que fue acusado de incitar la violencia política en varias oportunidades, negó que sus palabras estimulen la violencia.
“No hay forma de desvincular la violencia del discurso de Bolsonaro”, dijo Sonia Guajajara, coordinadora de los Pueblos Indígenas de Brasil, que culpa al Gobierno brasileño de fomentar el racismo hacia los indígenas.
Crispación
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se mostró ayer confiado en la fortaleza de las instituciones brasileñas, de cara a las elecciones presidenciales de hoy, y dijo que espera que esa solidez también quede de manifiesto ahora.
“Brasil tiene instituciones democráticas muy fuertes, incluyendo instituciones electorales muy fuertes. Esperamos que ese sea el caso en las próximas elecciones de este fin de semana”, remarcó Blinken, según consignó la agencia AFP.
Lula responsabilizó a Bolsonaro por el homicidio de un simpatizante suyo que, según la policía, fue apuñalado por un seguidor del presidente tras una discusión política en un área rural del estado de Mato Grosso este mes.
En julio, un segundo militante del Partido de los Trabajadores fue asesinado a tiros por un policía que irrumpió en su fiesta de cumpleaños que homenajeaba a Lula y gritó: “¡Aquí somos de Bolsonaro!”.
El último lunes se reportó que un tercer simpatizante de Lula fue asesinado a puñaladas. Testigos dijeron que un hombre entró en un bar de la ciudad de Cascavel, en la región oeste del estado de Paraná, y preguntó quién votaría por Lula, reportó el diario O Povo. Un hombre dijo: “Yo lo haré”, y acto seguido fue apuñalado. La víctima (39) murió en un hospital.
Lula tampoco rehuyó de la confrontación directa con Bolsonaro, a quien calificó de “genocida” por su respuesta a la pandemia, y sostuvo que en las elecciones se juega “la democracia contra el fascismo”.
Con un debate alejado de las propuestas de gobierno, es probable que la crispación política aumente más en Brasil si ningún presidenciable gana en la primera vuelta y hay un segundo turno entre Lula y Bolsonaro.
Un mar de angustias
Los brasileños miran con recelo la campaña electoral: tres de cada cuatro votantes (67,5%) teme sufrir agresiones por motivos políticos, según una encuesta de Datafolha.
Pero esa no es la única inquietud de la población. Las mayores preocupaciones de los brasileños pasan por temas económicos como el desempleo o la inflación, así como por la salud, según distintos sondeos.
Esta elección será la primera en Brasil luego de la pandemia que golpeó con dureza al país y dejó más de 685.000 muertes mientras Bolsonaro comparaba el COVID con una “gripecita” y se mostraba escéptico sobre las vacunas para combatirlo.
La economía brasileña entró en recesión en 2021 y, si bien volvió a crecer desde hace casi un año y la tasa de desempleo cayó a 9,1% en julio, la mejora está lejos de ser percibida por la población en general.
El 15% de brasileños (unos 33 millones de personas) pasa hambre y otra cantidad similar sufre de inseguridad alimentaria moderada, de acuerdo a un estudio divulgado el miércoles por la red Penssan.
Si a ellos se suma el 28% de la población considerados con inseguridad alimentaria leve, más de la mitad de los brasileños padece en alguna medida por el problema: 125 millones de personas.
“La mayoría de la población brasileña está angustiada”, dice Chaia.
“En Brasil ocurrió un retroceso total: en lugar de ir para adelante, Brasil fue para atrás”.
Nostalgia
Muchos en el país añoran los años en que Lula gobernó (2003-2010) en medio de un boom económico impulsado por altos precios de las materias primas y millones de personas ascendieron a clase media con programas sociales del gobierno.
Bolsonaro y sus seguidores, en cambio, recuerdan el desplome que tuvo la economía brasileña bajo el mandato de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, y los grandes escándalos de corrupción que surgieron en los gobiernos del PT.
El propio Lula estuvo 19 meses preso por un caso de corrupción, pero el Supremo Tribunal Federal brasileño anuló sus condenas en 2021 por fallas en el proceso que condujo el entonces juez Sergio Moro, quien luego fue ministro de Justicia de Bolsonaro.
El gobierno de Bolsonaro, que también fue salpicado por denuncias de corrupción, aumentó 50% el programa Auxilio Brasil de subsidios a los pobres en agosto, hasta 600 reales (u$s115 ) por persona.
Golpe
Lo que vuelve más peculiar esta elección es la incertidumbre sobre si Bolsonaro reconocería una victoria de Lula. A semejanza de lo que hizo su “amigo” Donald Trump como presidente de EEUU, Bolsonaro buscó sembrar dudas sobre la fiabilidad de las encuestas y, sobre todo, del sistema de votación de su país, sin presentar pruebas. Además repitió, como Trump, que aceptará el resultado de las elecciones “siempre que sean limpias”.
“Si yo tengo menos del 60% de los votos es porque algo anormal ocurrió en el Tribunal Superior Electoral (TSE)”, dijo Bolsonaro desde Londres en visita oficial por los funerales de la reina Isabel II.
Y este martes, en declaraciones con TV Record, acusó de persecución al TSE y declaró que esperará hasta la publicación oficial de los cómputos para decidir si acepta o no el resultado.
“Nunca antes en la historia de este país (…) discutimos una reelección y también si el resultado será impugnado o no”, dice Teixeira, politólogo de la Fundación Getulio Vargas, a BBC Mundo. “Eso es inédito en la democracia brasileña”.
La preocupación es tal que el mes pasado un manifiesto en defensa de la democracia y el sistema electoral del país recogió la firma de más de un millón de brasileños, desde artistas y deportistas hasta intelectuales y expresidentes.
En los actos de Bolsonaro es común ver carteles pidiendo “intervención militar” y el mes pasado la policía registró las casas de empresarios simpatizantes del presidente por discutir en Whatsapp sobre un posible golpe de Estado.
Las Fuerzas Armadas ganaron lugar en el gobierno de Bolsonaro, un excapitán del Ejército con nostalgia por la dictadura que gobernó Brasil (1964-1985) y elogió a uno de los torturadores de ese régimen.
Teixeira descarta que las Fuerzas Armadas brasileñas como institución tengan intenciones golpistas.
Pero advierte que la propia presidencia “contribuye a la inestabilidad”.
El programa económico de Bolsonaro y los objetivos de Lula
Actualmente, Brasil está en un proceso de recuperación económica tras los efectos de la pandemia de COVID-19 y los daños colaterales surgidos a nivel global tras la invasión de Rusia a Ucrania, con dos meses consecutivos de deflación, superávit fiscal primario y superávit comercial.
La economía brasileña se “encuentra en plena recuperación”, afirmó el pasado martes Bolsonaro durante su discurso en la 77° Asamblea General de la ONU en los EEUU.
En este sentido, Gustavo Perego, titular de la consultora Abeceb, estimó en declaraciones a Télam que la economía del país vecino “debería estar creciendo este año 2,5%, lo que para Brasil sería un número muy grande”.
Mientras que “la inflación, a la baja, debería cerrar en 7,5% anual y ya viene con dos meses de deflación, tanto el mes pasado como el anterior viene con 0,5%, 0,25% de caída, lo que da una lógica positiva, además de tener superávit fiscal primario y superávit comercial con el mundo”.
Asimismo, Perego aclaró que “el punto más relevante para entender qué pasa en Brasil es, en primer lugar, que una parte del voto está dado por la lógica económica y la inflación”.
Entonces, en los comicios de hoy se enfrentan dos candidatos “populistas que tienen la misma lógica de impactar sobre la clase baja porque tanto uno como el otro recogen muchos votos dentro de los ingresos bajos”, consideró el director de Abeceb. No obstante, tanto Bolsonaro como Lula llegan con propuestas económicas diferentes.
Bolsonaro
En el programa de Bolsonaro se destacan el impulso y la consolidación de políticas de empleo y generación de ingresos, y el ajuste fiscal a medio y largo plazo.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informó a fines de agosto último que la tasa de desempleo en ese país cayó -por quinto mes consecutivo- a 9,1% en los tres meses que terminaron en julio, lo que se traduce en una reducción de 9,9 millones de desempleados.
Brasil viene de registrar una tasa promedio anual de desempleo de 13,2% en 2021 y de 13,5% en 2020, ambas marcadas por la pandemia, en tanto que en 2019 había sido de 11,9%, según el IBGE.
“La generación de empleo e ingresos sería el resultado de la inversión privada, a través de la desregulación y la desgravación fiscal”, sostuvo al respecto el economista brasileño Luiz Augusto Estrella Faria, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en diálogo con la agencia Télam.
No obstante, Estrella Faria consideró que “el Auxilio Brasil de poco más de US$ 100 difícilmente continúe debido a que es un programa mal planificado porque hay un contingente enorme de brasileños que pasa hambre y hay mucho desvío de recursos”.
Según un informe de la Red Brasileña de Pesquisa sobre Soberanía Alimentaria y Nutricional (Penssan) publicado a inicios de este mes, 33,1 millones de brasileños (15,3% de la población) enfrentan algún nivel de inseguridad alimentaria, lo cual marca un alza de 73% en los últimos dos años (14 millones más que en 2020).
Estos datos fueron desmentidos el último miércoles por Guedes al asegurar “que 33 millones de personas pasan hambre es mentira; estamos transfiriendo dinero para los más pobres con el Auxilio Brasil (subió de 400 a 600 reales), que es el 1,5% del PBI (Producto Bruto Interno), eso es tres veces más de lo que recibían antes”, contestó.
Por otra parte, los analistas consultados esperan que Bolsonaro busque asegurar la estabilidad económica y la sostenibilidad de la trayectoria de la deuda pública.
Asimismo, tiene previsto continuar con su programa de privatización de empresas estatales (como el holding eléctrico Eletrobras, el servicio Correios y las petroleras Petrobras y Pré-Sal Petróleo), lo que para la actual administración aportaría a un reordenamiento de las empresas de la economía brasileña.
Para el licenciado en Economía Política Mario Rapoport, se trata de un “neoliberalismo que busca endurecerse con lo que queda” de empresas estatales”, según dijo a Télam.
Lula
Por su parte, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, tiene como “primer objetivo acabar con el hambre, derogar la ley de techo de gasto y proponer una reforma que traiga progresividad fiscal aumentando el impuesto a la renta de los más ricos”, subrayó Estrella Faria.
De igual manera, según Rapoport, el exmandatario buscará “recrear una política industrial a través de compras gubernamentales y la promoción de sectores prioritarios como la agroindustria y las nuevas tecnologías”.
Ampliar la generación de energía fortaleciendo a Petrobras, modificando su política de precios para que se base en costos internos y no en cotizaciones internacionales, será otro de los objetivos del líder del PT, al igual que renacionalizar Eletrobras mediante la recompra de acciones e invertir en la capitalización de la empresa, concluyó.
Por su parte, el economista jefe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), Nicolás Zeolla, remarcó a esta agencia que “Bolsonaro está decidido a seguir con las privatizaciones y profundizar el eje de ajuste fiscal”, mientras que “Lula tiene un sesgo más distribucionista, antifiscalista y antiprivatizador”.
Lula anunció que “busca devolver programas sociales que fueron eliminados, eliminar los topes de gasto (sobre todo en infraestructura) y darle un mayor rol al banco estatal de desarrollo BNDES, que es una herramienta central para la inversión productiva de la industria brasileña”, completó Zeolla ante Télam.
En tanto, la doctora en Relaciones Internacionales y magíster en Relaciones Comerciales Internacionales Julieta Zelicovich evaluó que “el comercio exterior y la política comercial externa no ha sido un tema protagonista de la campaña electoral”.
“El debate fue más sobre corrupción, líneas de grieta entre Bolsonaro y Lula, si bien hubo algunas declaraciones de este último respecto del acuerdo Mercosur-Unión Europea”, contempló Zelicovich en diálogo con Télam.
Con lo cual -añadió- “cambios que uno podría imaginar gane Bolsonaro o Lula tendrá que ver con los estilos, con una preocupación de vincular comercio a la agenda social y a la agenda ambiental en el caso de Lula, y con una agenda en donde el comercio esté orientado a las rentabilidades económicas y a la geopolítica desde la mirada de Bolsonaro”.