Naturalmente todos huimos del dolor, el ser humano no quiere sufrir, buscamos el placer y huimos del dolor. Sin embargo, si recordamos momentos donde hemos sufrido por algún motivo, nos daremos cuenta que hemos aprendido.
El dolor nos obliga a salir de esa zona de confort, nos obliga a encontrarnos con lo que sucede realmente y no con lo que nos gustaría que pase. Nos obliga a movernos, a accionar, a cambiar.
Nadie quiere sufrir, pero llegamos a ese momento sin darnos cuenta y ahí nos quedamos estancados, porque a pesar de sufrir nos sentimos cómodos, y sostenemos relaciones trabajos y tantas otras cosas que deberíamos dejarlas ir mucho antes.
Dijo León Tolstoi: “Si no hubiera sufrimiento, el hombre no conocería sus límites, no se conocería a si mismo”.
Si pensamos en nuestro sufrimiento recordaremos que fue ahí donde tuvimos que poner límites, no solamente a los otros sino a nosotros mismos.
Ahí es donde aprendemos, podemos ver y crecer, aunque no nos guste, es en esos momentos donde aprendemos a valorar nuestra vida y nos valoramos a nosotros.
Si no, nos quedamos en esa postura preguntándonos ¿por qué a mí? No podemos evolucionar, el sufrimiento nos hace llegar a nuestras profundidades, nos volvemos más humildes y comprendemos que no solo a nosotros nos pasa, todo sufren, algunos inclusive más que nosotros.
El sufrimiento permite abrir el caparazón del ego, nos permite encontrarnos y reconocernos humanos, podemos empezar a ver diferente la vida, y cuando esto sucede es momento de soltarlo y dejarlo ir.
La pregunta es ¿cómo dejo de sufrir?
Recetas hay muchas, yo desde mi mirada puedo contarles que todavía lo hago, solo que cada vez dura menos tiempo, salgo más rápido del sufrimiento.
Me animo a mirar la situación desde afuera, antes de hacerlo sereno mi mente, respiro y observo.
Me permito llorar si es algo que me dolió mucho, me animo a sentir. Cuando sentimos se producen milagros porque nos podemos ver y ver qué inútil es seguir pensando en que podríamos haber hecho algo para cambiar lo que ya sucedió.
Hoy los invito a que respiren y puedan mirarse, observar aquello por lo cual sufren y muchas veces dejan de vivir situaciones agradables, por estar contándose esa historia una y otra vez.
Anímense a observar sin juzgar, a sentir y soltar lo que no les permite vivir en plenitud la vida aquí y ahora.
Recordemos que el dolor es físico y el sufrimiento siempre es mental.
Bendiciones.