Todos tenemos alas que nos permiten volar, conocer otras situaciones y poder elegir. Estas alas se construyen desde niños y se van formando y fortaleciendo durante toda nuestra vida, hasta el último segundo que lata nuestro corazón.
Como padres somos formadores de alas con nuestros hijos, y lo hacemos cada vez que le damos herramientas para manejarse solos en esta vida, cuando los escuchamos atentamente sin querer dar consejo enseguida y con preguntas o con pocas pero certeras palabras, les hacemos descubrir la verdad que ya saben.
Cuando les permitimos tomar sus decisiones, aunque pensemos diferente, pero antes le explicamos nuestro punto de vista, luego la elección y responsabilidad es suya, y no importa el resultado, tanto sea acertado o no, eso les dará más alas para volar bien en otra oportunidad.
A su vez, ya de adultos, cada uno va construyendo sus alas, las va fortaleciendo y entrenando para aprender a volar más alto, con mejores movimientos, para poder llegar más lejos y elegir en cada situación lo que realmente queremos.
Entre más opciones conocemos, más se abre nuestra mente y más alternativas encontramos de solución a cualquier situación que se nos plantee.
La forma que tenemos de ampliar nuestras alas son múltiples: lo que leemos, los programas de televisión que elegimos, los lugares a donde vamos, las personas con las cuales nos vinculamos, los cursos que hacemos, el tiempo que pasamos con nosotros mismos, las vivencias que tenemos cada día y el aprendizaje que nos dejan, todo eso va formando nuestras alas a cada segundo.
Nosotros, ya de adultos, somos los responsables de cuidarlas y de fortalecerlas, cada uno va construyendo sus alas con las elecciones que realiza cada día, y si bien es una gran responsabilidad es también una maravillosa libertad, porque está en nosotros elegir expandirnos y fortalecernos, no es algo que alguien nos da o no permiso, somos nosotros los hacedores de nuestras propias alas.
Finalmente, y lo más maravilloso, es que las alas de una persona se fortalecen y brillan cuando ayudan desinteresadamente a otra a construir las suyas, y esto genera una energía maravillosa de dar y recibir, de crecer juntos, saber que no estamos solos en este camino y no tenemos por qué aceptar lo que no nos hace felices, somos libres para elegir siempre.