Cual si fuera candidato de relleno, aunque con buena tracción de votos, el Presupuesto 2023 que el ministro de Economía, Sergio Massa, presentó recientemente en el Congreso de la Nación, marcha cómodo hacia su aprobación. Al fin y al cabo, la poderosa por su nombre “ley de leyes”, en la práctica no es otra cosa más que un requisito que a veces ni siquiera se cumple. Fueron varias las ocasiones en las que el Poder Ejecutivo extendió el presupuesto del año anterior, a veces con una discrecionalidad abrumadora.
Como sea, el ministro de Economía visitó el Congreso el miércoles pasado y, por el tenor de las preguntas que debió responder, se retiró con la convicción de que serán muy pocos los reparos para lograr su aprobación por amplio margen. Así las cosas, el actual desfile de ministros y secretarios nacionales con cifras de dudosa reputación y proyecciones tan endebles como las medidas antiinflacionarias que se adoptaron en lo que va del mandato, es apenas una maniobra formal con poco sentido práctico.
Hablar hoy de un índice de precios de 60% para todo 2023 cuando todavía hay dudas sobre si 2022 superará o no los dos dígitos es la nada misma. Es volver a presentar un presupuesto testimonial al que muy pocos le prestan atención y casi nadie cumple.