Hace muy poquito se celebró el Día del Odontólogo y no hay mejor reconocimiento para esta profesión que narrar la historia de un hombre que la abrazó durante casi seis décadas con responsabilidad y compromiso, Juan Plocher. Fueron 56 años y medio los que ejerció en Montecarlo, “una vida” que compartió en esta fecha tan significativa:
“Nací el 30 de mayo de 1936, en la chacra de mis padres, en la línea Aterrada de Montecarlo, con la partera Frida Urban, junto con mi hermana melliza Margarita, fuimos cuatro hermanos y dos hermanas. Mis padres llegaron de Alemania, papá en 1923 y mamá en 1930. Desde pequeños ayudamos en todas las tareas de la chacra, cada uno tenía asignado su trabajo a realizar cada día.
Nuestro medio de traslado a las escuelas era con caballos. Los tres primeros años 1943, 1944 y 1945 los realicé en la Escuela Particular “Fichte Schule”, a la mañana clases en castellano y por la tarde, en alemán. A partir de 1946, durante cuatro años, en la Escuela Nacional 132, de la que egresé de sexto grado en 1949. La secundaria la cursé en Posadas, obteniendo en 1954 el título de bachiller en el Colegio Nacional.
Ingresé a la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional de Córdoba en 1955, de la que egresé con el título de Odontólogo en diciembre de 1959, conjuntamente con 31 mujeres y 43 varones. Me recibí el 15 de diciembre de 1959, con la materia Odontopediatría -niños- con la profesora Hermosina Gaccioppo, quien después de una espera llegó a la puerta a decir las notas, cuando dijo “Plocher, ocho” largué un “sapucay” que primero la asustó, después se tuvo que reír. Era la culminación de un largo esfuerzo de varios años, tanto de mis familiares, como mío, tal así que viajaba a Córdoba todos los años en febrero y recién volvía para Navidad a Montecarlo. El decano de la facultad era el profesor Fernando García Faure. El 23 de diciembre, a los ocho días, el rector, profesor Orgaz, me entregó el título en un acto muy emotivo, con la actuación del coro universitario.
En Montecarlo y con título
En casa estaban seguros que si fui a estudiar volvía con el título, no hubo ningún festejo al regresar, comenzaba la otra etapa. Mi padre había fallecido a fines del segundo año de la facultad, así que mamá con los dos hermanos y dos hermanas me respaldaron económicamente durante tres años. Mi madre había conseguido adquirir en Alemania siete fórceps de buena marca para extracciones, con un dinero que le correspondía como parte de su herencia de los nueve hermanos.
Entonces, llegó para mí un gran desafío, siempre fue mi deseo al recibirme volver a Misiones y, en lo posible, a Montecarlo. Los primeros días de 1960 fueron para buscar un local, una casa en el centro, lo que no fue fácil, no había disponibles, hasta que un vecino me aportó el dato sobre una familia de colonos que estaba finalizando una construcción, con lo que estaba solucionado una parte.
Pero para ejercer la profesión necesitaba el equipo dental, que costaba cerca de 150 mil pesos, en casa me podían dar 30 mil. En 1959, se había abierto en Montecarlo una sucursal del Banco Provincia, me entrevisté con su gerente, que ante mi sorpresa me dijo que tienen una reglamentación que dice para otorgar créditos a profesionales los mismos tienen que haber trabajado -creo- un año en su profesión; imposible, porque para trabajar necesitaba el sillón y demás elementos. Ante esto, un tío me invitó a acompañarlo al Banco Nación de Eldorado para hablar con su gerente, le explicó la situación y consiguió un crédito para carpidas y limpiezas de su chacra, me facilitó el dinero con devolución; entonces, con esos dos aportes pude realizar la entrega para adquirir el equipo, con un costo de 150 mil pesos, en casa Mayon de Posadas, que con los intereses a tres años salió 180 mil.
Mientras tanto estaba en la casa de mi madre, en la chacra, durante enero y febrero llegaban pacientes pidiendo atenciones, había mucha demanda, porque solamente había dos profesionales odontólogos en la localidad, así que las primeras extracciones las realicé en una silla común. Hasta que llegó el ansiado 7 de marzo de 1960, con el nuevo equipo instalado empecé a aplicar los conocimientos adquiridos en la facultad. Primero fue un torno eléctrico con cuerdas, al año fue reemplazado por un torno a turbina de última generación norteamericano con compresor.
Desde mis comienzos implanté el sistema de turnos rigurosos -algo desconocido- al que se fueron acostumbrando, y las obturaciones con previa aplicación de anestesia. Una de mis mejores propagandas fue una paciente empleada de la Cooperativa Agrícola a quien realicé una extracción de un diente anterior superior y agregué enseguida a su prótesis, por lo que el comentario fue “hay un dentista nuevo que no deja pacientes con una ventana” a la espera de que cicatrice.
Durante muchos años asistí a todas las jornadas de capacitaciones realizadas en distintos lugares de la provincia. En especial, recuerdo una realizada en 1966, en Eldorado, dictada por el profesor Osvaldo López, de Córdoba, con la que sembró la semilla de tener un Círculo en el Alto Paraná. Durante los primeros todo Misiones dependía de Posadas, lo que significaba todos los meses tener que viajar a realizar el traslado para los trámites de cobranzas y otros.
Algo muy especial y esperado fue asistir del 2 al 7 de septiembre de 1980 al “68 Congreso Mundial de la Federación Dental Internacional”, realizado en la ciudad alemana de Hamburgo, el que tuvo 5 mil participantes. Después, nuevamente, al 75 Congreso Odontológico Mundial Anual de la Federación Dental Internacional, realizado en octubre de 1987, en Buenos Aires. A partir de esa fecha, por la enfermedad del Sida -Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida- se empezó a usar barbijo todo el día. Todo un cambio.
Manfredo, el hijo mayor de Juan, también siguió la carretera de su padre, ejerció dos años en Montecarlo y desde 32 años lo hace en Fuengirola-España. Este año Axel Plocher comenzó a seguir en las huellas de su abuelo, y ejerce en Montecarlo.
Transcurrió el tiempo y después de cincuenta años se festejó las Bodas de Oro de nuestras promociones, 1959 y 1960, en Córdoba y en Villa Giardino, nos reencontramos con muchos compañeros y fueron horas muy emotivas, inolvidables.
Una de las últimas materias del estudio de odontología es “Odontología Legal”, en la que nuestro profesor fue el Dr. Juan Fontán, quien hacía hincapié en la posibilidad de que como odontólogo tengamos que intervenir en la identificación de una persona fallecida -NN- en un accidente violento, daba como ejemplo accidente de aviación u otros transportes por tierra y, en la que por consiguiente era necesario el aporte de un odontólogo en la identificación de piezas dentarias, huesos de la cabeza, con sus tejidos blandos. Para que esa “pericia odontológica” tenga respaldo legal era fundamental la posesión de una buena y clara ficha dental que ayude a comparar lo observado y los datos descriptos. Para ello es fundamental tener guardadas todas las fichas y todo otro material, como modelos de yeso y radiografías.
Esas clases dadas por este profesor para mí no fueron en vano, me llevaron a guardar todas las fichas dentales de mis pacientes desde el primer día y a lo largo de mis primeros 44 años del ejercicio de la profesión, hasta que llegó el día tan especial, el que nunca pensé que iba a llegar, en forma sorpresiva llegó una “cédula de citación especial de la Comisaría de Montecarlo -a fines de dar curso legal a diligencias de rigor en sumario policial que se instruye en la comisaría Seccional Primera de la ciudad de Eldorado- sobre una persona NN, fallecida supuestamente el 28 de marzo de 2004, tiene participación en la identificación del cuerpo calcinado en parte”. Cumplí con todos los pasos necesarios ante las autoridades de Eldorado y en la morgue judicial en Posadas, siempre con mi ficha odontológica número 1.447, que guardé con cuidado, la que en definitiva fue una parte fundamental en la identificación de la persona. En la parte final del informe dirigida al Juzgado de Instrucción Nº 1 dice: “Al respecto adjuntamos informe odontológico elaborado por el Dr. Juan Plocher, participante en la autopsia del día de la fecha”.
Momentos que quedaron en la memoria
Repasando estos algo más de 56 años dedicados a la profesión odontológica, hay un año muy especial, 1978 -año del Mundial de fútbol en la Argentina- cuando salió campeón por primera vez, en el que viví dos momentos muy dramáticos, los que no deseo a nadie. Estaba colocando una anestesia a una nena de unos doce años para realizar una obturación, cuando me doy cuenta que encoge los pies, se produce un paro cardiorrespiratorio, la tomo rápidamente, la acuesto en el suelo y hago respiración bucal y masaje, se recupera rápidamente ante el asombro de mi esposa, era mi asistente dental durante más de diez años. A los pocos meses me sucede lo mismo con un niño, también con unos doce años, que estaba acompañado por su padre docente, en esa oportunidad recé, porque parecía que se iba, también lo acosté al suelo, se recuperó después de un gran susto. Estos problemas algo parecidos ocurrieron a otros colegas, era una anestesia de una marca alemana que fue retirada del mercado al poco tiempo.
Como el estado argentino me aportó para el título, en retribución me propuse desde el primer momento aportar lo mejor a las entidades locales y regionales. Fueron muchas horas dedicadas a la comunidad
En este nuevo festejo del Día del Odontólogo, vaya un reconocimiento y agradecimiento a mis profesores, jefes de trabajos prácticos de la Facultad de Odontología de Córdoba. Un abrazo a todos los colegas.
Por Juan Plocher