Tal y como su nombre indica, los trastornos alimenticios son patologías vinculadas con un patrón de conducta disfuncional en lo relativo al modo de alimentación. Se pueden plasmar tanto en una sobre ingesta de alimentos como en una falta de alimentación, o incluso en la tendencia a comer aquello que no se debe.
Son patologías de origen multifactorial, es decir, intervienen factores genéticos, biológicos, psicológicos y socioculturales. Mayoritariamente solemos detectar estos problemas en la adolescencia y en mujeres.
Así pues, los trastornos alimenticios son alteraciones psicológicas muy graves que deben ser intervenidas cuanto antes en terapia. No se trata de enfermedades puramente físicas relacionadas con la nutrición, es decir, el modo en el que el cuerpo extrae nutrientes de lo ingerido, sino que se basa en procesos psicológicos previos a la digestión, los cuales hacen que la persona desarrolle una relación problemática con la comida.
Los manuales diagnósticos no se limitan a hablar de los trastornos alimenticios en términos generales, sino que además describen diferentes variantes de estas psicopatologías. Cada una de ellas tiene su propia sintomatología asociada, aunque en todos ellos surge una alteración de la salud mental que a su vez genera problemas de salud física que pueden llegar a ser muy severos.
Los TCA, suelen presentar altas tasas de comorbilidad, provocando una alta interferencia a nivel individual, social-familiar y escolar-laboral. Asimismo, estos trastornos causan graves consecuencias a nivel físico-médico, cognitivo, familiar y consecuente reducción en la calidad de vida de los pacientes, así como unas elevadas tasas de mortalidad.
¿Papel del psicólogo?
El papel del psicólogo en el abordaje de los TCA es crucial. A menudo, puede pensarse de forma equivocada que los TCA son problemas básicamente relacionados con la comida, cuando los conflictos emocionales, las distorsiones cognitivas, los aspectos relacionales (tanto con la familia como a nivel social), factores individuales como rasgos de personalidad, baja autoestima, etc. tienen un papel central en el desarrollo y mantenimiento de estos trastornos.
Lejos quedan aquellos programas de tratamiento basados, únicamente, en la recuperación de peso, a partir de estrategias relacionadas con el refuerzo o su retirada. Estos abordajes han quedado obsoletos demostrándose que, si no existe un trabajo psicológico intensivo asociado, la estabilidad clínica y la normalización del peso se mantiene únicamente a corto plazo.
El terapeuta intenta comprender la profunda angustia que transmiten los sufrimientos corporales, prestando atención a los múltiples significados que representan los alimentos, el peso y la forma del cuerpo y sobre cómo esos significados están integrados en complejos sistemas familiares y culturales.
Por tanto, el énfasis en los aspectos motivacionales, toma de decisiones, aprendizaje de estrategias de regulación emocional, intervención psicoterapéutica y manejo de conflictos familiares, son objetivos importantes en un programa de tratamiento dirigido a los TCA.