Su valor actual de casi 57 mil pesos, por ejemplo, supera un salario mínimo vital y móvil, que hoy es de 51.200 pesos, e incluso al que se cobrará a partir de este mes y que será de 54.550 pesos según la última actualización.
Como dato, vale recordar que la Ley Nacional de Empleo (Ley Nº 24.013) advierte que el salario mínimo vital y móvil es “la menor remuneración que debe percibir en efectivo el trabajador sin cargas de familia, en su jornada legal de trabajo, de modo que le asegure alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”.
La realidad marca que el monto de dinero que precisa hoy una familia tipo en Argentina para zafar de la indigencia no alcanzaría incluso para cubrir una canasta alimentaria. Y la progresión que desde hace meses viene desarrollando el rubro explica que la dinámica no cambiará en el corto plazo.
Los precios de los alimentos incluso suben por encima de la inflación interanual. Mientras el nivel de los primeros está hoy en 89%, el IPC general de los últimos doce meses marca 83%. Esos seis puntos de diferencia no se pueden recortar en un mes y sin un reordenamiento de precios de fondo.
Los congelamientos que se intentaron hasta ahora no sólo no funcionaron, sino que, de alguna forma, impulsaron la escalada. Incluso hay productores de alimentos a gran escala que, ante el anuncio de un plan para congelar precios, suben los valores “por las dudas” y para sostener o ampliar sus márgenes de ganancias.
Como pocas veces en la historia la inflación del rubro más básico es tan alarmante. Corre más rápido que los precios en general y condena a permanecer en la indigencia a miles de familias que intentan, cuanto menos, “subir” a la pobreza.