El mes de octubre, además de ser el mes de las misiones, lo dedicamos de manera muy especial al rezo del Santo Rosario. Es oportuno que podamos reflexionar sobre la importancia de la vida de oración y la necesidad de anunciar la Buena Nueva que siempre nos moviliza en la vida. La oración mantiene viva la comunión con Dios en la fe. En octubre, la Iglesia nos invita a elevar una oración muy sencilla y simple como es el Santo Rosario, que también enriquece nuestra vida espiritual.
Sin duda que la oración es una experiencia de encuentro con Dios y que vivimos por la gracia de la fe. Es la confianza que sentimos como seres humanos frente a la inmensidad del amor y la misericordia que Dios tiene para cada uno de nosotros. En su catequesis sobre la oración, el Santo Padre nos presenta a la Iglesia como “escuela de oración”; ese don que en la infancia “hemos recibido con sencillez y nos damos cuenta de que es un patrimonio grande y muy rico, y que la experiencia de la oración merece ser profundizada cada vez más” (cfr ibid., 2688).
En este mes de las misiones, también es bueno que cada familia sea una verdadera escuela de oración, transmitiendo a futuras generaciones esa profunda espiritualidad que mantiene la comunión con nuestro Dios. Que bueno que este mes de las misiones, podamos fortalecer nuestros vínculos familiares y comunitarios con los momentos de oración y meditación de la Palabra de Dios que siempre nos fortalece.
La vida de oración vigoriza nuestra confianza en Dios que es amigo y compañero en el camino de la vida. Como lo hacemos con un buen amigo, es bueno que podamos compartir nuestras alegrías, esperanzas y también los momentos de dolor y sufrimiento que transitamos. Los momentos de silencio interior, meditación de la palabra de Dios, adoración eucarística son ocasiones privilegiadas para experimentar nuestra relación con Dios como amigo. La vida de oración fortalece nuestra amistad con Dios y nos ayuda a confiar en su Misericordia.
El mismo Jesús nos invita y anima a estar en comunión con el Padre a través de la oración, como lo hacia Él mismo, que ante los momentos importantes de su misión pública, subía al cerro para orar a solas. Jesús mismo desea con la fuerza de la oración y la protección del Espíritu Santo que seamos fieles a la misión y gocemos de la alegría de seguir al Señor. También la fe nos asegura que cada vez que transitamos momentos de cruces y sufrimiento el mismo Jesús reza por nosotros. (Cf.Jn 17, 11-19)
Para la vida de oración, el mejor ejemplo es el de nuestra madre María. Ella nos enseña a decir “SÍ” confiando en el poder de Dios que todo lo puede. Ella intercede por toda la humanidad como una madre fiel que nunca olvida a sus hijos.
Por eso también como Iglesia se recomienda esta oración sencilla del Santo Rosario que nos mantiene unidos a Jesús y a María en su intercesión por cada uno de nosotros y por nuestras necesidades. Esta oración nos permite gozar de la ternura de María que siempre intercede por nosotros en los momentos en que transitamos momentos de dificultades, crisis y lucha interior.
Nuestro querido papa Francisco nos anima a perseverar en la oración en todo momento, fortalecidos por el Espíritu Santo. También San Pablo, en la Primera Carta a los Tesalonicenses nos recuerda: “Oren sin cesar, den gracias en todo” (Tes 5,17-18). Por eso caminemos en la vida con un corazón agradecido y fortalecido por la esperanza en un Dios que nos ama.