La prematura muerte del piloto de motos Rodolfo “Rolly” Rodríguez (50), dejó a sus amigos acongojados, doloridos, con ese habitual signo de interrogación que nos hacemos en esos duros momentos. Javier Betancour, Carlos Fabricio “Paio” Macaya y Orlando Rodríguez, en nombre de todos los integrantes del Motogrupo “Gauchos del asfalto” quisieron rendirle un homenaje a este posadeño, formador de campeones, y compartir algunas vivencias junto al apasionado de los fierros.
Lo definieron como un “loco lindo, un buen tipo, muy conversador, muy agradable, partidario de que siempre nos juntemos. Si bien es una situación muy dolorosa, queremos recordarlo como un tipo positivo, con buena onda, amiguero, porque si esto ocurría a la inversa, él hubiese pensado en hacer este homenaje”.
Al hacer un resumen de cómo nació “Gauchos del asfalto” -tiene más de 60 participantes-, Betancour contó que en febrero de 2011 adquirió una moto de mediana cilindrada y, que, casualmente, un colega, profesor de educación física, compró una igual. “Nos cruzamos una vez en la calle, charlamos, y le dije para juntarnos en la costanera a tomar un mate o un tere. Fue un domingo, y apareció otro amigo, también docente, con la misma moto. Estacionó y eran las tres motos iguales. Se fue dando y llegamos a juntar unas ocho motos iguales y conformamos un pequeño grupo inicial que hoy se transformó en el Motogrupo “Gauchos del asfalto”.
Confió que, en esa instancia, aún no tenían nombre, que se empezó a gestar tímidamente. “Empezó a surgir algo entre lo criollo, el gaucho y el asfalto, por el tema de la ruta. Se empezaron a incorporar otras personas de acuerdo a las afinidades, familiares, vecinos, amigos, empezaron a venir otras motos, de otras marcas y otras cilindradas, más grandes. El crecimiento fue en forma exponencial y a raíz de eso se comenzaron a hacer viajes por toda la provincia, a motoencuentros de Misiones, el resto del país y Brasil. Viajes hasta La Quiaca, Ushuaia, con pocos integrantes, con muchos, pero siempre pertenecientes al mismo grupo”. En ese momento, comenzaron a surgir “las famosas fechas de Superbikes, que son las carreras de motociclismo de pista que se hacen en el Autódromo Rosamonte. Y lo conocí en ese lugar, mientras estaba en su salsa, ahí fue donde me lo presentaron, cuando ya corría con el Rolly Team”, recordó.
Fue así que, “cuando organizamos el primer Motoencuentro Internacional, en la costanera de Posadas, en 2015, y él fue uno de los invitados especiales del evento, trajo su motorhome, que era un colectivo donde viajaba con todas las motos por todo el país porque era corredor de motociclismo nacional. Llevó sus motos, su estand, y se le hizo entrega de una placa de reconocimiento. A raíz de todo esto, además de los viajes, evidenciamos momentos de amistad, que fueron los asados que se iban rotando en cada casa de familia. En la otra parte de la vida, me presentó a su hijo y soy su profesor de jiu-jitsu”, relató emocionado.
“Paio” Macaya rememoró que, en 1993, “adquirí mi primera moto, y Orlando ya tenía la suya. El encuentro obligado de quienes andábamos en moto era el Parque de la Ciudad. Ahí nos concentrábamos todos. Una vez nos cruzábamos, nos empezamos a saludar, y nos hicimos amigos. Nos contó que su sueño era tener una escudería de motos o poder correr en moto, y con el paso del tiempo lo fue logrando, haciendo realidad su sueño”. Alegó que eran épocas en las que por cuestiones laborales “teníamos más o menos tiempo, pero, aun así, siempre lo invitábamos. Cuando armó su escudería, los fines de semana eran siempre de carrera. Eran pocos sus momentos libres. Entonces casi no nos veíamos, pero la pasión siempre estaba latente, siempre hablábamos por teléfono. Hicimos encuentros en su casa, en nuestras casas. Desde esa época, 1992 o 1993, estábamos en contacto”.
“Era nuestro profe”
Orlando Rodríguez comentó que tenía 20 años “cuando comenzamos a frecuentarnos. Vine a estudiar a Posadas en 1990 y nos conocimos al año. Iba a casa y hablábamos de motos. En mi caso siempre la tuve, de chico, y él era un fanático. Su idea fue siempre la competición”. En una oportunidad, “me había invitado a salir a buscar sponsor y armar nuestro equipo de motos. Encima los dos teníamos el mismo apellido. Era una fantasía. Me pasó a buscar y fuimos a ver a distintos yerbateros de la zona sur. Ahí nació la idea. Yo quedé a medio camino y el siguió. Comenzó de a poco, se conectó con gente que estaba en el tema acá en Misiones en esa época, fue probando motos de competición. Fue pasando el tiempo, seguíamos en contacto y saliendo los fines de semana”.
“Rolly era muy amiguero. Por lo general lo veíamos y nos quedábamos a charlar cuando íbamos al Paraguay para hacer alguna compra, porque trabajaba en la zona del puente internacional. Y en las juntadas, las charlas recurrentes eran las motos”.
Rodolfo se compró una Zuzuki 1100 y Orlando tenía una CBR 600. “Ya estábamos en el ruido de las motos grandes. Ahí empezó su trayectoria en la competición. Le fue bien, armó su equipo, el Rolly Team, siempre lo acompañábamos cuando en Posadas había fechas nacionales, siempre me invitaba a sus fechas por el país porque teníamos una muy buena relación y compartíamos una pasión”. Pero, por cuestiones de la vida, trabajo, tiempo, en los últimos tiempos “no teníamos demasiado contacto, pero cuando había ocasión de compartir un asado, de juntarnos en algún circuito, en algún lugar, siempre lo hacíamos. Nos hacía hincapié en los cuidados de la ruta, de la moto, era nuestro profe. A él le gustaba andar en moto en pista. Tomó una decisión: la de andar en moto en circuito, no así en la calle”, comentó. Siempre los invitaba a clínicas de conducción en circuito.
Rodríguez manifestó que estuvo en dos de ellas. La última fue en la ciudad de Oberá. “Pasábamos todo el día en el circuito. Cada uno llevaba su moto, pero su mecánico nos las preparaba, calibraba las cubiertas, salía a calentar motores, después Rolly salía a girar con nosotros, nos mostraba cómo había que doblar, cómo inclinarse, cómo correr. Eso se llama clínica de conducción, y es algo que te sirve para la vida diaria en la calle, porque es la manera en como conocés tu moto, como dobla, como frena, como acelera. Hacía mucho hincapié en eso, en la seguridad de conducción, siempre lo hacíamos, está documentado en fotos”, expresó, acongojado.
Siempre los invitaba a clínicas de conducción en circuito. “Salía a girar con nosotros, nos mostraba cómo había que doblar, cómo inclinarse, cómo correr”.
Si bien las reuniones, en las que el tema de las motos era recurrente (mecánica de motos, compra de motos), se realizaban con cierta frecuencia, Javier Betancour, Carlos Fabricio “Paio” Macaya y Orlando Rodríguez, lamentaron el hecho de “no tratar de hacernos más tiempo para cultivar más aún este tipo de amistades”. Contaron que, por lo general, hacían remeras negras para todos los integrantes, y que Rodolfo tenía la suya. “Ahora hicimos otras, blancas, con su nombre, el logo del grupo, con la foto del primer viaje a los Saltos del Moconá, y quisimos hacerle un reconocimiento dentro de la sala velatoria, en representación de todos, pero no pudimos. Un poco más adelante, cuando pase un poco el duelo, nos acercaremos a la familia”, dijeron, a una semana de la muerte del creador del Rolly Team, equipo misionero de donde salieron varios campeones argentinos de motociclismo entre ellos el piloto de Aristóbulo del Valle, Fabián Rosinski, y el piloto de Leandro N. Alem, Nahuel Santamaría. Fue, además, quien captó a varios pilotos amateur que hacían giros libres y corrían con motos de 1000cc y que luego empezaron a competir de forma regular en Campeonato Argentino de Velocidad.