Las memorias que contienen nuestras células y nuestros cuerpos pueden contener la información que necesitamos para continuar el camino, una especie de pase para el próximo paso.
¿De qué se tratan esas memorias? De la experiencia que hemos vivido en algún tiempo y espacio y que queda grabado en el mapa de nuestra existencia, ese mapa, al igual que el de un territorio que nunca transitamos ni habitamos, puede, en principio, parecer difícil de interpretar, de leer. Pero buscando puntos de referencia, elementos que se repiten, o que parecen familiares, nos permitirán poco a poco, movernos con soltura, sabiendo dónde está cada componente, sabiendo dónde está la información.
Es importante aprender a mirar, aceptar, reconocer, aún, esas partes del camino que preferiríamos ignorar, que no hubieran ocurrido jamás.
Las memorias que integran nuestra totalidad como seres y como energía en sí, también puede ser de sumo placer y deleite, como las flores en el camino, como las sonrisas y los abrazos, como vivencias que desearíamos repetir mil veces, y es que en realidad, todo lo bueno y todo lo malo, percibido por nuestros sentidos y por nuestro intelecto y por nuestro cuerpo, puede volver a ser vivenciado si así lo queremos, consciente o inconscientemente.
Sin embargo, a todo esto, los maestros, las flores, las sonrisas y los abrazos siempre recomiendan lo mismo, llevar luz, consciencia y visión con perspectiva a cada pensamiento y acción. Claro, esto requiere tiempo.
Todo el tiempo del mundo tenemos, el camino es ahora. Si no, cómo entenderlo siendo un lirio de 12 horas.