Casi sin quererlo, el viernes, el mismo día en que el ministro Sergio Massa celebró haber disipado las incertidumbres y frenado la crisis macroeconómica (abriendo la posibilidad de “pensar ya en el mediano y largo plazo”), el Banco Central dio a conocer el último Relevamiento de Expectativas de Mercado, el famoso REM.
El mismo aseveró las sospechas y subió al 100% la proyección inflacionaria al final de este año, echando por tierra cualquier intención del Gobierno de cerrar 2022 con 60% (esa fue la cuarta y última estimación).
Pero, al fin y al cabo, Massa podría desentenderse de la inflación de este año y pedir que se lo evalúe por el resultado de 2023. Pues bien, el REM también tuvo su apartado para ese año y proyectó un índice de precios total del 96%, nada menos que 36% por encima de la estimación oficial.
Así las cosas, las expectativas del equipo económico quedan, una vez más, muy distanciadas de las consultoras y bancos que asesoran al Banco Central.
El relevamiento de la autoridad monetaria, mucho más real y constatable que las proyecciones del Gobierno, echaba por tierra las premisas de titular de la cartera económica apenas horas después.
Pensar a mediano y largo plazo es serio y necesario, pero inútil si no se resuelve la crisis inmediata que, día a día, acelera la crisis y llena a todos de incertidumbre.