Una herramienta para identificar a los yaguaretés son sus manchas, que se pueden equiparar con las huellas digitales de los humanos. Esta característica de su atractivo pelaje y la distribución de las mismas son únicas para cada individuo, es decir, distintas a las de cualquier otro, por lo tanto, se puede afirmar que no hay dos yaguaretés con el mismo patrón de manchas.
Esta particularidad permite, entonces, identificar a los distintos ejemplares, algo extremadamente útil para conocer cuántos yaguaretés viven en distintas regiones y cómo se comportan esas poblaciones a lo largo del tiempo, brindando información para la toma de decisiones que aseguren su supervivencia.
Mediante la utilización de “cámaras trampa” que se activan con sensores de movimiento y/o temperatura, desde la Red Yaguareté logran fotografiar a estos grandes felinos en su ambiente sin molestarlos.
En determinadas zonas, la organización instala este tipo de cámaras automáticas de a pares, enfrentadas entre sí, para que cuando los yaguaretés pasen entre ellas se obtengan fotografías de ambos lados del animal. Además, estos dispositivos brindan información importante como fecha, hora y temperatura.
Con las fotografías de las imágenes de las manchas de ambos lados, las comparan con las de otros yaguaretés para saber si se trata del mismo individuo o no. A cada ejemplar identificado, se le asigna un apodo como forma de generar identificación afectiva con el mismo y se le realiza una ficha de información, con datos tales como lugar y fecha del registro, además de la edad aproximada, si se pudo determinar.
Tal como se muestra en las imágenes, se puede observar claramente cómo coincide el dibujo de las rosetas en dos fotografías tomadas con tres años de diferencia. De esta manera, desde la Red pueden determinar que se trata del mismo ejemplar, en este caso, “Fulvio”, un gran macho registrado en muchas oportunidades en las Yungas salteñas.

Identificación
A tal punto las manchas definen al yaguareté que en muchos lugares del país también se lo conoce como “el manchado”, “el pintado” y, sobre todo, como “el overo”, en alusión al apelativo criollo que define el pelaje de algunos caballos, integrado por pelos de colores diferentes agrupados en manchas irregulares con contornos no definidos.
Además, varios dichos populares hacen alusión a las manchas del mayor felino americano. Entre las frases más recurrentes se encuentran como por ejemplo “¡Hijo e’tigre, overo tenía que ser!” o, quizás el más conocido es “¿Qué le hace una mancha más al tigre?”
Llamativo pelaje
Si algo caracteriza al yaguareté, más allá de su gran tamaño y notable bravura es, sin dudas, su llamativo pelaje manchado. En efecto, el “tigre criollo” tiene el pelaje corto, espeso y brillante con un color de fondo variable entre el amarillo y el bayo fuerte, que se vuelve más pálido en los flancos y las extremidades, mientras que las partes inferiores, la garganta y el contorno de la boca son blancos.
Sobre esta tonalidad luce manchas en forma de rosetas formadas por varios trazos negros (las más grandes rodean un centro de color más oscuro y tienen uno o más puntos negros). Estas manchas forman en el lomo una banda irregular mientras que en los hombros y las patas se dispersan formando pintas y manchas aisladas.
Tiene la garganta de color blanco, que se continúa por el pecho y demás partes inferiores y presenta manchas medianas y más grandes que en los flancos, de negro entero o pleno, con variados puntos y pintas de igual color.
Finalmente, las orejas son blancuzcas por delante, con los pelos del canal auditivo más oscuros y por detrás negras con una notoria mancha amarillenta clara o blanca que puede verse a cierta distancia.
¿Por qué tiene un pelaje tan llamativo? En realidad, es atrayente cuando se lo ve en fotografías o animales cautivos, pues en la naturaleza estas manchas tan características le sirven de camuflaje, porque lo ocultan entre las sombras del monte interrumpiendo el contorno de su cuerpo, permitiéndole pasar desapercibido y así cazar sigilosamente a sus presas.
Nota: Por Norberto Ángel Nigro y Nicolás Lodeiro Ocampo, de la Red Yaguareté