“Esta noche no se duerme”. Se escuchó y leyó continuamente el lunes y el viernes pasados, en la previa de sendos partidos de la Selección de fútbol en Qatar. Es decir, que el sueño mundialista nos quita el sueño a los argentinos, pero también a los seguidores de tantos otros países que vienen con el horario medio cambiado (y con las horas de descanso acotadas) con tal de seguir a sus colores en la gran cita deportiva planetaria.
Pero no se trata sólo de un caso puntual, una anomalía que, una vez terminada un mes después, desaparece para retomar el ritmo normal. La “excusa” ahora es colectiva; el resto del tiempo hay muchos argumentos, pero con el mismo resultado: se duerme cada vez menos y peor.
La dificultad para conciliar el sueño y el mal descanso constituyen uno de los principales problemas de la sociedad actual, en general, y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi un 40 por ciento de la población mundial padece alteraciones de sueño.
Más allá de la “fiebre” futbolera, y de la habitual inconducta alimentaria de los latinos (una cena tardía demora a su vez el proceso de digestión), los humanos del siglo XXI estamos expuestos a la luz azul de la tecnología y con el cerebro estimulado hasta altas horas, lo que no sólo extiende nuestra vigilia sino que además, al alejarnos de los ciclos naturales de noche/luz solar, nuestro cuerpo reacciona de forma deficiente a la hora de liberar melatonina, que es la principal artífice de nuestro descanso. Es decir, que no sólo se duerme menos tiempo, sino que además se descansa peor.
Y este fenómeno no es gratis: “Si no hay un sueño de calidad las consecuencias pueden conllevar daño a la salud mental y física, al pensamiento y a la vida diaria”, advierte la OMS. De hecho, especialistas aseguran que los mayores problemas hoy de la población están vinculados con la falta de sueño y el mal descanso.
En un mundo acelerado, hiperconectado y con afán de productividad, tal vez convenga tomarse una pausa y analizar bien los posibles beneficios de “no hacer nada” durante una porción prudencial de nuestro día para que nuestro cuerpo pueda hacer su propio trabajo sin nuestra interferencia.