Nos referíamos a la filosofía del Yoga, a la que hoy agregamos la práctica que en ella se sustenta, que nos inspiran para vivir en paz, salud, armonía y libertad. Por eso decimos “me siento tan bien” al finalizar una clase, aliviados del estrés, los pensamientos recurrentes y las posturas incorrectas, sintiéndonos también mejores personas que aspiran con amor a un mundo mejor, porque frente a las enajenaciones de todo orden Yoga es liberación.
Precisamente el Maestro Iyengar nos explicaba que, según dicha filosofía, todo está penetrado por el Espíritu Universal Supremo, Paramatma o Dios, del cual es parte el espíritu humano individual o Jivatma. Agregó que Yoga significa unión y es llamado así porque enseña los medios para que Jivatma puede reunirse con Paramatma y alcanzar la liberación o Moksha.
A su vez, el profesor José Hermógenes expresaba que desde las primeras prácticas podemos experimentar los primeros resultados, que con el tiempo se van percibiendo en los niveles más profundos del yo a medida que éste va trascendiendo los límites de la “normalidad” y alcanza ese contentamiento que nos libera de las ansiedades y que favorece una creciente independencia, un descondicionamiento cada vez mayor, una liberación progresiva de los apegos, mientras vamos desarrollando más confianza en nosotros mismos, en la chispa divina que somos, y así podemos disfrutar la auténtica alegría.
Y desde allende el mar, el maestro Ramiro Calle nos cita estas palabras del Viveka Chudamani:
“La libertad se gana por la percepción de la unidad del yo con lo eterno”, añadiendo que esta liberación es el resultado de una percepción vivencial y directa que modifica todas las estructuras anímicas del individuo, haciéndole posible a su mente una nueva manera de experimentar cuando, en estadios más avanzados y en procura del Samadhi (unión luminosa con el Universo), “van cayendo los velos y se le autorrevela su esencia ontológica, su naturaleza prístina y original…” Y hay más.
Namasté.