Muchas veces en esta misma columna aludimos a la paradoja nacional que permite que si un rubro crece otro se venga abajo. La inestabilidad de la estructura económica argentina posibilita que eso suceda y a diario surgen ejemplos.
El más lacerante y actual sea quizás el del “cepo” importador, que asegura la acumulación de reservas en el Banco Central, pero deriva en la caída de la producción de varios rubros y, por tanto, el ensanchamiento de la crisis.
Por cada medida que se adopta para aliviar una crisis, sobrevienen las consecuencias de otra en desarrollo. El sistema sigue interconectado, pero lo que jamás asomó fue un plan articulado. Ello demuestra que cuando se anda tan justo de todo, es imposible que sacando algo no se venga abajo otro aspecto.
La última de estas paradojas se dio a conocer a través del informe de la Universidad Católica Argentina sobre pobreza multidimensional en Argentina.
El mismo advierte que, pese a que se registró este año un incremento de la tasa de empleo, la pobreza también creció. De acuerdo al Observatorio de la Deuda Social de la UCA, hoy el 32,7% de los hogares y 43,1% de las personas se encuentran bajo la línea de la pobreza en el país. Así las cosas, el fenómeno de los trabajadores pobres se enquista generando una dolorosa paradoja donde no existía tal cosa.