Desde el atardecer de este domingo y durante ocho días, la comunidad judía de todo el mundo conmemora la Janucá, palabra hebrea que significa “inauguración” y celebra el miligramo del aceite en las lámparas.
En el siglo II AEC, época del Segundo Templo Sagrado, el régimen sirio-griego de Antíoco pretendió alejar a los judíos del judaísmo, con la esperanza de asimilarlos a la cultura griega. Los judíos se rebelaron, resistieron y liderados por Mattyahu y luego por su hijo Yehudá, el macabeo, se levantaron contra los griegos.
Antíoco envió miles de tropas armadas para acabar con la rebelión. Los guerreros judíos entraron a Jerusalén y encontraron el Templo Sagrado en ruinas y profanado con ídolos. Los macabeos lo limpiaron y lo reinauguraron, según el calendario hebreo, el 25 de Kislev.
Cuando llegó el momento de re encender la Menorá (candelabro) revisaron todo el templo y sólo encontraron una vasija de aceite puro que llevaba el sello del Sumo Sacerdote, pero no había más aceite para encender la Menorá los siguientes días.
Aquí ocurrió el milagro: la pequeña vasija ardió durante ocho días, el tiempo necesario para producir un nuevo suministro de aceite.
A partir de entonces los judíos observan la festividad durante ocho días. Cada noche, luego de rezar las plegarias, el jefe de familia toma la vela central de la Januikiá (candelabro de nueve brazos entrelazados) y se enciende la primera vela y, así sucesivamente durante ocho días.
Las sucesiones de velas se encienden con la vela central un poco más largas que la demás.
A los niños se les suele regalar unas monedas para usarlas en caridad y suelen jugar con perinolas, en cuyas caras aparecen las iniciales de las palabras en hebreo: “Un milagro grande sucedió allí”.
El origen de esa última tradición es que los griegos prohibieron a los judíos la lectura de la Torá (el libro Sagrado) bajo pena de muerte, por tal motivo los jóvenes fingían jugar con perinolas cuando eran sorprendidos estudiando.
Es común que el encendido de la Janukiá se realice en comunidad y al aire libre, en tanto que en cada domicilio la Janukiá debe estar cerca de una ventana para que las velas encendidas puedan ser apreciadas por los vecinos y la gente que transita.