El corazón no se apega a las cosas, a las personas ni a los deseos. Sigue sus dictados más allá de lo que la mente juzgue como bueno o necesario. Si lo dejamos libre llena nuestras vidas de cambios, enseñanzas, aprendizajes, de futilidad. Sus arrebatos nos conducen hacia experiencias nunca imaginadas, hacia excitantes aventuras jamás soñadas.
No valora la pérdida como algo negativo sino como algo necesario para potenciar las experiencias que lo engrandecen, que lo elevan hacia otras visiones y mundos. Sin importar el tamaño o el valor de aquello que deja atrás sigue adelante con su sentir más profundo, a veces en silencio, a veces en pleno día.
El corazón siempre mira adelante, siempre desea guiarnos por aquello que realmente requerimos como almas libres, como seres peregrinos que deambulan por este misterioso preludio.
El corazón huye de la norma, lo mediocre, lo ordinario y razonable. No hay previsión posible, no hay camino deducible. Su única premisa es el cambio, el saberse guía y señor de un camino aparentemente incierto.
Ese es el motivo por el cual nos cuesta tanto seguir los designios del corazón. Eso que a veces llamamos corazonadas no son más que la intuición de una enseñanza superior, de algo que nos ha de conducir hacia un aprendizaje interior elevado. Sufriremos porque todo cambio produce fricción y pérdida.
La sociedad nos incita a ser proteccionistas, a asegurar todo aquello que poseemos. El corazón nos empuja al más absoluto desapego, al caos. Sabe que nada nos pertenece, no hay riqueza, emoción ni posesión que dure toda una vida. El corazón nos advierte de la necesidad del desprendimiento.
¿Qué pasa cuando no seguimos el dictado del corazón y vamos en contra de lo que sentimos?
Nos convertimos en sombras patéticas, en espectros deprimidos. Es vital que encontremos el sentido de la vida. Nacemos para expresar nuestro mayor potencial, nuestras capacidades únicas, las que podemos y debemos encontrar en el interior y entregar al mundo.
La verdad palpita en tu corazón y el amor que habita en tu corazón es tu verdadera esencia. Aquello que proviene del alma surge en estado puro. Por ello ábrete al cambio, deja atrás las viejas creencias y la imagen de quien no eres.
Ámate a ti mismo, que tu relación con el Universo fluirá a pura armonía. Responzabilízate de tus propias creencias, las que te dicta el corazón. Escúchalo y acciona de acuerdo a él, puesto que su discernimiento jamás se basa en el miedo ya que no analiza sino que se abre a miles de caminos sanos y anhela que vivas con alegría y satisfacción cada momento.
El corazón es la fuente de sabiduría, de la totalidad. No juzga, se presenta en el silencio, sin necesidad de demostrar nada.
Dejemos que nuestros latidos impongan el ritmo.
Es lo que nos conecta al ciclo vital, a la existencia más profunda, a la vivencia clara y poderosa.
Felicidades para tu vida.