En 2017, la Compañía de Petróleos de Chile (Copec) del consorcio chileno Grupo Angellini (que controla el 99,99% de la celulosa Arauco), compró activos de Masisa en varios países, entre ellos México (por más de 245 millones de dólares) y Brasil (declaró que fueron más de 102 millones de dólares).
Con los años, continuó su expansión por Latinoamérica, incluyendo a la Argentina hasta el martes pasado, cuando decidió irse del país, tras concretar la operación de venta más importante de los últimos 30 años para la foresto industria.
Fue con la entrega de Masisa a Central Puerto, un grupo empresario nacional dedicado a la producción de energía eléctrica, inversiones financieras y bancos, que no registra antecedentes en el negocio de la madera.
Para esta actividad, que participa de un porcentaje muy importante de la economía misionera, la novedad generó sorpresa por el volumen de la venta; pero también preocupación por el impacto que puede significar tanta extensión en manos de un sólo grupo empresario.
La venta implicó más de 72 mil hectáreas de tierras (donde la mitad tiene pinos y eucaliptus) que los accionistas de Central Puerto como Guillermo Reca, la familia Miguens-Bemberg y Eduardo Escassany (y hasta no hace muchos días el macrista Nicolás Caputo en persona), pasaron a controlar y se convirtieron en la empresa con mayor extensión forestal del país, desplazando a las extranjeras en ese ranking.
El impacto en la región
Fuentes del sistema financiero y del sector forestal consultadas por PRIMERA EDICIÓN, aseguraron que todavía no está claro por qué Central Puerto desembarcó en el rubro, en este contexto tan cambiante que atraviesa a nivel nacional e internacional, poniendo casi 70 millones de dólares, cuando no tenía participación alguna en la venta de madera ni en la industrialización de la misma; ya que Masisa operaba en gran parte de la cadena (desde la producción hasta la elaboración de placas de MDF, por ejemplo).
Hay que tener en cuenta que los chilenos continuarán con las plantas industriales en los otros países latinoamericanos, siendo proveedores de los grandes mercados demandantes de madera, y con los cuales habrá que competir.
“La retirada de los chilenos no es un buen síntoma para la Argentina, especialmente porque la foresto industria de la mesopotamia no pasa por una buena situación, en especial de exportación de su producción”, advirtieron las fuentes
“Lo que haga Central Puerto de ahora en adelante, por más que no está físicamente en Misiones, impactará de manera indirecta. Hay que pensar especialmente en decenas de aserraderos del norte de Corrientes, que sí tienen un fuerte vínculo con la economía misionera, que dependerán de los nuevos compradores. Pero también, habrá que estar atentos a las decisiones que adopte Central Puerto y que puedan impactar en los precios del mercado interno”, reparó la fuente consultada por este Diario.
A su vez, se preguntó si Arauco podría seguir el mismo camino que Masisa con su planta en la tierra colorada o en Buenos Aires.
La duda está planteada en por qué los accionanistas chilenos venderían su activo más importante (Masisa) en Argentina y se quedarían con uno de menor valor (Arauco), si no ven condiciones económicas en el país para continuar invirtiendo.
A tal punto Masisa no estaba convencida de seguir en el país que, aun con el ingreso de 60 millones de dólares a sus arcas (cifra final tras la quita de impuestos), deberá reflejar una pérdida en patrimonio de 43 millones de dólares (por efecto cambiario) y de hasta 245 millones de la moneda norteamericana en el resultado del ejercicio financiero del año.
Sustentabilidad económica, social y ambiental
En esa mirada atenta, con cierta desconfianza, agregaron las fuentes que el mayor desafío con los empresarios argentinos que más se beneficiaron durante la presidencia de Macri con la generación eléctrica, muy ajenos al sector forestal, será verlos cumplir no sólo con su interés por la rentabilidad en esta producción, sino también con dos ejes muy importantes para las comunidades donde hay miles de hectáreas propiedad de Central Puerto.
El primero, con la sostenibilidad ambiental, en especial con grandes extensiones de reservas en el NEA. Se desconoce el plan de tala a corto, mediano y largo plazo, en un rubro donde los árboles comienzan a generar dinero después de una década y media como mínimo.
Y la segunda, no menor tampoco, en la sustentabilidad social en las poblaciones donde Central Puerto será la empresa más importante de las localidades donde tenga tierras.
Hasta ayer, ninguna de las cámaras empresarias (APICOFOM, AMAYADAP, ni la AFoA o FAIMA) se expresaron sobre este nuevo actor que se incorporó al mercado al comprarle Masisa a los chilenos.
Detalles de la operación más importante en 30 años
La adquisición de los activos forestales de Masisa Argentina implica a Central Puerto la incorporación de más de 72.000 hectáreas de campos con potencialidad forestal, distribuidos entre las provincias de Entre Ríos y Corrientes, de las cuales aproximadamente unas 43.000 hectáreas se encuentran plantadas con eucalipto y pino.
Según detalló Masisa en el hecho esencial enviado a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) de Chile, el precio de la transacción es de US$ 69.364.162, el que fue pagado el mismo martes, y que después de la correspondiente retención de impuestos, significó un ingreso de caja para Masisa de US$ 60 millones en su cuenta corriente en Nueva York.
Asimismo, se indicó que la transacción tendrá un efecto neto negativo en el patrimonio de Masisa de alrededor de US$ 43 millones de producto principalmente del efecto cambiario, por el hecho de que el valor libro de las filiales de Masisa se contabiliza a tipo de cambio oficial en Argentina.
Además, la compañía deberá reversar las reservas de conversión patrimoniales asociadas a las referidas filiales argentinas con cargo a resultado del ejercicio, por un monto de alrededor de US$ 202 millones, informó el sitio económico chileno DF SUD.
Es decir, según se precisó en un comunicado, a pesar de que la transacción se realizó en buenas condiciones, y generó un ingreso de caja relevante para la compañía, se reconocerá una pérdida contable por una sola vez en el resultado del ejercicio por un monto aproximado de US$ 245 millones, lo cual no representa flujo de caja, y obedece principalmente a la devaluación acumulada del peso argentino, desde que Masisa fuera dueña de dichas sociedades.