Es en el siglo XX que cambia el concepto de “figurativo” de la escultura tradicional, toma otros conceptos y espíritus.
El espacio se abre, ocupa el espacio con infinitas posibilidades. En la escultura es quitar en madera o piedra, modelar es agregar, agrupar objetos o cosas. Una libertad absoluta en el uso de materiales es otra característica de este tiempo, desde el hierro hasta la hojalata.
Hoy nos ocuparemos de una mujer argentina escultora, hay muchísimas, una de la más conocidas allá por el 1800 que es la notable Lola Mora (tucumana 1867-1930).
Es una importante escultora, María Juana Heras Velasco, nacida en Santa Fe en 1924, estudió en el famoso taller Altamira, siendo discípula de Lucio Fontana y Emilio Pettoruti.
La simpleza de sus líneas está presente en sus obras, ya que trabaja generalmente en metales. Ha merecido importantes premios, como el Nacional de Escultura (1983), en (1998) el del Fondo Nacional de las Artes a la trayectoria artística y el Premio Konex a la Escultura (1992).
Sus obras son geométricas, utiliza planos, aristas, franjas, son objetos con fuerza, presencia, pensamos en “tecnología”. Ella habla y dice: “llegué a ello pausadamente, al despejar la figuración en busca de formas esenciales”.
Desde 1971, adoptó para muchas de sus obras la denominación de “transporseñas”, que hace referencia a la transformación en símbolos estéticos a señales y signos que utiliza el hombre de las grandes ciudades (señales de tránsito un ejemplo).
Hay una gran cantidad de artistas dedicadas a la escultura, con distintos materiales y técnicas, resina poliéster, cera trabajada directamente luego fundidas en bronce, el mimbre, el papel, con formas que entran, salen, ocupan el espacio, con ideas que giran y mezclan, hasta encontrar el lugar donde quedarse. Así es la creación, una eterna búsqueda que no acaba nunca. Continuaremos hablando de ellas, las creadoras.