Cloisonismo viene del francés cloisonner, que quiere decir “compartimentar”.
Es la técnica que consiste en pintar zonas lisas de color puro bien delimitadas por un borde nítido, por lo general dibujado con trazo negro.
Pensemos en los vitrales de la Edad Media, que son inspiradores de la técnica junto con la estampa japonesa ukiyo-e.
Louis Anquetin y Émile Bernard (siendo muy jóvenes, Bernard no llega a los 20 años) son quienes desarrollan el cloisonismo alrededor de 1887. Sorprenden y seducen con las posibilidades estéticas y expresivas que ofrece esta técnica a dos de los pintores que más influencia tendrán en la pintura moderna: Gauguin y Van Gogh. Éstos la adoptan de inmediato como herramienta para desarrollar sus estilos tan personales.
Cada color “compartimentado” suele contrastar con el de al lado. Y es característico en las pinturas que se pintan con esta técnica que no haya profundidad y la perspectiva no se respete.
El cloisonismo nace en el momento de la historia en que el artista ya no siente la necesidad de copiar fielmente a la naturaleza, y pronto comenzará a expresar a través de cada objeto o figura que pinta sus propios sentimientos y emociones.
Es así como el color comienza a jugar un rol crucial, potenciado por esta técnica que permite los contrastes violentos.