Nacemos en estado más inmaduro que cualquier otro animal. Esto implica que el ser humano necesite de los demás. Necesita de los adultos, padres, familia, amigos, etc., que le ayudarán a sobrevivir y crecer.
Ya subrayó Aristóteles el papel social del ser humano: somos animales sociales, en tanto nos agrupamos en familias, comunidades y Estados.
Esta interdependencia exige revisar nuestra lógica del reconocimiento de las diferencias, circunstancia decisiva y determinante a la hora de relacionarnos y gestionar los conflictos.
¿Qué pasa cuando el ex, permite que el hijo adolescente salga sin rendir cuentas, y el otro progenitor insiste en que debe regresar a más tardar a la 1 am?; ¿qué pasa cuando al vecino le molesta el ladrido del perro que es nuestro guardián?; ¿qué pasa cuando al vecino le molesta el ensayo de la estudiantina que nos apasiona?.
En el paradigma actual, la reacción ante la diferencia es agresiva cuando no violenta, con la única pretensión de imponerse ante el otro. Queremos su anulación ya sea mediante el desprestigio, amenazas, castigos, sanciones, escraches, etc.
Cuando tenemos un conflicto, la mayoría de las veces ni siquiera nos damos el tiempo de analizarlo, a lo sumo buscamos la opinión de algún tercero que piensa similar a nosotros en el único afán de ratificar “la verdad” única, la nuestra.
Efectivamente, partimos de la base de que la verdad es una sola, y por lo tanto debe imponerse. El resto de opiniones, las que implican diferencias, o bien las descartamos, o bien las descalificamos, bajo la creencia de que sólo hay lugar para un ganador.
Si tuviéramos mayor conciencia de la “interdependencia”, en tanto seres sociales, entenderíamos que necesitamos al otro para resolver lo que nos sucede. Verlo de esta manera, nos permitirá los diez segundos suficientes para escuchar su postura en lugar de querer anularlo.
Nos dará la capacidad de poder percibirlo como “socio”, en el sentido de una saludable dependencia producto de la interrelación.
Cuando en una empresa, sus directores intentan imponerse ante las opiniones de los otros – el ejecutivo de cobranzas sobre el director de ventas y este ante el encargado de producción, por ejemplo,- no pueden tomar decisiones, generando un estancamiento, con el costo que esto implica.
Lo mismo sucede en algunas comisiones u organizaciones cuando quien la preside, por ejemplo, no puede ponerse de acuerdo con otro de los referentes, y esta circunstancia interfiere en el logro de las actividades y objetivos planificados.
Todas las áreas y sectores son interdependientes entre sí y no pueden avanzar ni cumplir objetivos sin colaborar.
Para lograr esta mirada colaborativa deberemos estar dispuestos a: * admitir la posibilidad de error en la propia postura; * valorar la diversidad para enriquecer al conjunto; y * percibir el desacuerdo como algo distinto de la ruptura.
Revisar nuestras ideas a la luz de nuevos enfoques, nos permitirá pasar de ser socios en el conflicto a socios en la paz, hay lugar para todos.