Es conocido que el arte está en las calles, paredes, muros, avenidas. Está en todos lados. ¿Lo miramos, observamos, pensamos? ¿Vemos un entretenimiento o miramos más allá?
En la Argentina se ha consolidado un movimiento; grafitis que se comparten en colores, materiales, soportes. Se lo podría denominar un graf-art, es decir, una unión entre grafiti, diseño gráfico y el arte.
En el exterior hace rato fue impuesto; en la moda, la industria, cine, galerías de arte. Cuando allí fue consagrado vuelve al país. Pero olvidamos a los grandes artistas, muralistas mejicanos de comienzos del siglo XX.
¿Quiénes llevan las banderas? Reunidos en colectivos, asociaciones de diseñadores gráficos, artistas plásticos, estudiantes, autodidactas. Quienes representan sus sueños, fantasías en el espacio público y aceptan las contingencias del tiempo, el deterioro e interactúan con otros artistas.
Acá en Posadas recuerdo, ya que viví por calle Catamarca y Buenos Aires, a las Moras, que levantó “polvareda” al representar el órgano sexual exterior femenino en cerámica, bellas formas como flores, conforman una novedosa y nada “pacata” manera, de mostrar partes de nuestro cuerpo de manera real.
Existen en la ciudad muchos murales, pero este ¡me encantó! Deja un fuerte mensaje y no la flor o pajarito, bellos, pero inofensivos y discretos.
Esta estética del arte ya comenzó con la Iglesia Católica para relatar la Biblia, pues casi todos eran analfabetos y la imagen es poderosa. Hay un observador-usuario al que le resulta familiar, y por ese motivo los acepta.
El arte en las calles nace casi con la historia de la humanidad, (las pinturas rupestres de Altamira, en Argentina la Cueva de las Manos, en Santa Cruz). Relatan costumbres, ceremonias religiosas, oficios, pero también protestas, inconformismos, injusticias, necesidades.
Son huellas, son mensajes que hay que revelar.