Convendría aclarar de entrada que cualquier flagelo que afecte a las poblaciones más sensibles, sobre todo a nuestros niños, sería el más lamentable.
Hoy, mientras la pobreza se abre paso en el país y casi todos los debates se ciernen en torno a la crisis económica, un flagelo siempre presente avanza casi sin hallar obstáculos devorándose el futuro de las próximas generaciones.
Las drogas, un mal que fue profundizándose de la mano de la crisis y la falta de oportunidades, “está causando estragos en los más chicos”, en palabras del padre Alberto Barros, a cargo de la parroquia Santa Catalina y vicepresidente de Cáritas diocesana.
Pero, tal y como expresa Barros, no sólo obedece a razones macro y microeconómicas, sino que también crece gracias a las complicidades de distintos ámbitos del poder en el más amplio de los sentidos.