El primero de marzo iniciamos una nueva etapa en la vida de centenares de niños y jóvenes que arrancan el año de estudios con grandes proyectos e ilusiones. Es una gran oportunidad, para agradecer a Dios por el regalo de este nuevo año escolar que nos llena de esperanza, ánimo y entusiasmo.
Por eso, es oportuno que reflexionemos sobre el valor de la formación integral de nuestros niños y jóvenes, quienes serán los protagonistas de cambio en nuestra sociedad.
En primer lugar, el espíritu que debe reinar en nuestro corazón es de alegría y gozo, al poder volver a las aulas y al reencuentro de personas, es decir la tan apreciable socialización. En este sentido, la escuela constituye uno de esos lugares de encuentros significativos, lleno de aprendizajes valiosos. Encuentros que permiten la construcción de conocimientos y aprendizajes que se adquieren juntos, como comunidad. La presencia de unos y otros nos enriquece, nos fortalece, forma y enseña.
La educación nos regala la gran oportunidad de construir el futuro en comunidad. Centenares de niños, adolescentes, jóvenes, familias, docentes inician nuevamente la construcción de una nueva sociedad para que puedan afrontar los desafíos del mundo moderno. A pesar de tantas situaciones adversas que nos trae la crisis económica, es una oportunidad para seguir apostando al futuro de nuestra patria.
Nuestro querido Papa Francisco, en uno de sus mensajes nos anima a “Reconstruir el pacto educativo global”; para renovar la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Qué bueno poder iniciar este año escolar, asumiendo el desafío que nos plantea nuestro Papa: “Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia, para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna.”
La educación es un compromiso de toda la sociedad, más allá de que los docentes son los expertos en el área de la didáctica, todos debemos comprometer nuestro esfuerzo para acompañar a nuestros niños y jóvenes en su formación.
El Papa Francisco nos invita a reflexionar sobre el compromiso social que implica la tarea educativa, citando el proverbio africano que dice: “para educar a un niño se necesita una aldea entera”. La educación integral necesita de una sana alianza entre todo los actores sociales: docentes, alumnos, familias y la sociedad civil entre el mundo tecnológico y el mundo artístico, entre el pasado, presente y futuro es una tarea imposible de concretarla en forma aislada, nos compromete a todos. Y es así que el compromiso con la educación, nos llama a la creatividad y responsabilidad, para que toda acción educativa que se proponga, sea una propuesta de transformación social a largo plazo. Una alternativa que nos ayude a sostener una educación de calidad, preparando a las personas con capacidad de escucha, diálogo y reflexión, capaces de ser el verdadero fundamento del futuro de la sociedad.
El sistema educativo es un espacio de humanización apoyado en el servicio desde el amor, que es la base de toda convivencia social. El Papa Francisco nos recuerda en su mensaje: “El servicio es un pilar de la cultura del encuentro: Significa inclinarse hacia quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin cálculos, sin temor, con ternura y comprensión, como Jesús se inclinó a lavar los pies a los apóstoles. Servir significa trabajar al lado de los más necesitados, establecer con ellos ante todo relaciones humanas, de cercanía, vínculos de solidaridad”. En el servicio experimentamos que hay más alegría en dar que en recibir (cf. Hch 20,35).
¡Dios bendiga el inicio de este ciclo lectivo 2023!