“El viernes arranca la guerra contra la inflación”. Hace exactamente un año el presidente de la Nación, Alberto Fernández, acuñó la famosa frase. El resultado más evidente a la vista fue que “nos reventó”, y “para colmo tampoco tenemos buenas expectativas de poder dar una batalla más o menos digna este 2023”, dijeron a PRIMERA EDICIÓN los empresarios del rubro alimenticio, el supermercadista Nelson Lukowski y el empresario y miembro ejecutivo de la CCIP, Carlos María Beigbeder.
“Se convirtió en meme finalmente la famosa guerra a esta altura”, declaró Beigbeder, quien analizó: “El problema de crear falsas expectativas en la población es que después la gente no te cree más nada. Entonces, es muy complejo, por decirlo de manera educada, que el electorado piense que tenemos a un presidente que le miente”.
Los números están a la vista: cuando Alberto Fernández formuló su plan para enfrentar la inflación con un paquete de medidas para contenerla, ésta alcanzaba el 52% interanual y, después de ello, el año cerró con 99%, según el INDEC.
A todo esto, la remarcación de precios en los dos primeros meses de este año no estuvieron ni cerca de quedar por debajo del 4% que el Gobierno se puso como meta y osciló entre el 6% y el 7%.
A su vez, la primera quincena de marzo volverá a mostrar una suba bastante elevada de precios “de hasta 10% en la mayoría de los alimentos de la canasta básica, algo que para el sector repercutirá en otra fuerte caída del consumo que ya oscila entre un 30% y 40% en artículos de primera marca”, reportó Nelson Lukowski.
Tanto él como Beigbeder coincidieron en que al comerciante no le beneficia que haya una inflación que no encuentre freno.
“Al contrario”, dijeron, “salimos perdiendo porque vendemos cada vez menos y uno se termina comiendo sus propios ahorros, acosado por las subas del costo operativo y las tarifas de los servicios (agua y luz)”.
“Los precios de los productos no encuentran techo hace rato. El consumidor perdió su poder adquisitivo en un escenario donde la inflación se aceleró en Misiones por encima del 100% de suba interanual del INDEC y donde el sueldo promedio de un empleado, como mucho tuvo una recomposición del 60%”, apuntó Beigbeder.
“El consumidor, que es empleado, con suerte tiene una adecuación de sueldo que tampoco le gana a la inflación; siempre va a correr detrás, aunque le vayan actualizando algunos puntos mes a mes, nunca le va alcanzar”, añadió.
Al respecto, Nelson Lukowski sostuvo: “Siempre las actualizaciones de sueldo llegan cuando ya subieron los precios de todo. Nunca puede ser beneficioso para gente que tiene un sueldo fijo, y lo que nos pasa a los comerciantes en ese escenario es que vendemos menos. Todos perdemos la guerra”.
El punto de partida
El año pasado, cerca de la fecha de la declaración “de guerra”, lo que había empezado a notarse con fuerza en las góndolas era la escasez de ciertos alimentos de primera necesidad, en especial los aceites y sus derivados; harinas, quesos y ciertas marcas de lácteos.
En la actualidad, la caída del consumo provocó que medianamente se equilibre la oferta y no haya faltantes graves, salvo algunos artículos frescos de estación afectados por la sequía, que llevó a una merma en la producción de los lácteos o al encarecimiento de los huevos, que en algunos lugares ya se vende a $50 por unidad, el kilo de almidón que vale $1200 y los cítricos $700 el kilo.
Lo que nos hace pensar todo esto es que se avecina una Semana Santa bastante complicada para el consumo; el pescado también subió. El salmón está en $4.200 el kg. y el surubí se ubica en $2.220. Ni hablar del chocolate. Hoy el precio promedio de un huevo de Pascua sobrepasa los $1.000.