Mi libro favorito sobre “productividad y organización” se llama: “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” y hoy, me apetece recomendártelo.
Su autor es Stephen R. Covey, un escritor americano que me cambió la vida cuando iba a la universidad.
Recuerdo que, cuando leí este libro, estaba viviendo una de las etapas más duras de mi vida.
Compaginaba los estudios con mi emprendimiento en una tienda de informática.
Ahí estaba el mini-José de 18 años, tratando de montar un imperio a la par de que trataba de aprobar asignaturas.
Mis ganas de hacer cosas eran espectaculares, pero mi tiempo escaso y mi productividad, bastante lamentable.
Tampoco hay muchos jóvenes de esa edad que vayan a clases por las mañanas y monten un negocio por la tarde.
El emprendimiento no es que saliera de maravilla, pero me sirvió para interesarme por el aprendizaje. Necesitaba encontrar la manera de aprovechar bien mi tiempo para poder compaginarlo todo.
Fue entonces cuando encontré este libro, del que quiero compartir el principal aprendizaje que saqué y quedó grabado para siempre en mi cerebro.
Me ayudó a distinguir el “círculo de influencia”, del “círculo de preocupación”.
¿De qué trata esto? Te explico. Cada día de tu vida, desde que te levantas, puedes hacer una serie de acciones que van a influir positivamente en avanzar hacia el objetivo que buscas, que no es otro que aprobar o sacarte una oposición. Para lograr ese fin debes estudiar, pero también cada día tienes preocupaciones acerca de ese objetivo.
Pensamientos como: “Verás qué preguntas pone el profe en el examen”. “Me han retrasado la fecha de mi convocatoria y estoy agobiado”. “Tengo un familiar enfermo y no paro de pensar en si se recuperará o no”.
Este círculo de preocupación te frena y no te imaginas la cantidad de tiempo y concentración que puedes llegar a perder al día con esto.
Yo empecé a dibujar en un papel dos círculos, y para ser consciente, escribí dentro de cada círculo qué acciones necesitaba hacer cada día, y qué preocupaciones externas tenía.
Si me focalizaba en el círculo de preocupación (pagar a los empleados de la tienda de informática, fechas de exámenes, etc.), aquellas cosas que me afligían, pero donde no podía hacer nada para cambiar, mi círculo de influencia disminuía y rendía peor.
Sin embargo, si me centraba y solo pensaba en mi sector de influencia, las acciones donde realmente podía contribuir, entonces este círculo crecía.
En definitiva, aprende a separar las cosas que dependen de ti, de las que no dependen y no tienen remedio. Céntrate solo sobre las que puedes actuar. Parece una tontería, pero perdemos demasiado tiempo preocupados por cosas que no dependen de nosotros y que no nos aportan nada.
Esta filosofía de vida es la base para empezar a aprovechar bien tu tiempo.
José María Bea: [email protected]