“Durante los cuatro años del gobierno anterior, se les cayó la economía sin guerra y sin pandemia. Nosotros vamos a terminar la gestión con tres años consecutivos de crecimiento económico”, diferenció José Ignacio de Mendiguren, ministro de Producción de la Nación, la semana pasada.
La tajante crítica hacia el pasado lleva mucho de verdad, al igual que la celebración por el presente. Pero no son otra cosa más que datos técnicos que guardan poca relación con lo que sucede en los hogares argentinos.
Porque si bien la economía crece, es tan poco y deberán pasar varios lustros para recuperar el terreno perdido en los últimos años. Y parece ser cierto que el desempleo cayó, pero cada vez son menos los que lo buscan y más los que lo tienen y siguen siendo pobres.
En un país que roza el 40% de pobreza (39,2%) según el relevamiento del INDEC para 2022, con más del 52% de la población menor de catorce años atrapada en el flagelo, celebrar verdades a medias es como festejar el “crecimiento invisible” de la gestión anterior.