El 3 de abril es el “Día del Personal de Casas Particulares” en Argentina, en conmemoración a la fecha en que fue promulgada la Ley 26.844 de 2013, conocida como Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares. En la resolución posterior, del 29 de octubre de 2015, en la que se estableció oficialmente la efeméride, se expresó que la mencionada ley “vino a saldar una deuda histórica con un colectivo laboral por más de cinco décadas postergado” para el “pleno ejercicio y goce de sus derechos fundamentales”.
Lo cierto es que diez años después esa “deuda histórica” aún no ha sido saldada, sino de forma muy minoritaria (es una de las ramas de actividad con mayor nivel de informalidad e incluso explotación) y además afecta siempre a las mismas: las mujeres.
El propio Ministerio de Economía reconoce que el 77% de las mujeres que desarrollan estas actividades son trabajadoras informales. Y el 70% está bajo el umbral de la pobreza.
Ellas representan en Argentina el 99% de las trabajadoras de casas particulares, o el 93% de en América Latina, según datos de ON Mujeres y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). “La histórica división sexual del trabajo mediante la cual se asoció a las mujeres con las tareas del hogar y de cuidado, persiste”, confirman los especialistas, quienes además advierten que “esto lleva a que muchas participen del mercado laboral en actividades que representan una extensión de las tareas domésticas no remuneradas” o, en todo caso, “las de peor remuneración y condiciones más precarias”.
Esta misma edición refleja varios datos a tener muy en cuenta, entre ellos que las mujeres representan solo el 20% de la fuerza laboral en el sector industrial y se ve muy poca participación femenina en puestos dirigenciales, de toma de decisiones y, por lo tanto, mejor remunerados. Así, la brecha de género continúa abierta, y se ensancha más a medida que se va decendiendo por la pirámide social. Es decir, justo donde la igualdad más se necesita.