Las incongruencias del modelo económico, si es que existe tal cosa, son elocuentes. Las distancias entre lo que se busca hacer con la crisis y lo que termina siendo pesan fuertemente en nuestros bolsillos y en la popularidad del Gobierno nacional y de buena parte de la dirigencia argentina.
Pero cuando se trazan comparaciones entre el camino que sigue la administración central y el que marca, por dar un ejemplo, el mayor acreedor del Estado, entonces las incongruencias son monumentales.
Y no se trata de que alguna de las dos fórmulas sea la correcta porque, está visto y sufrido, ambas quiebran el tejido social y agrandan la masa de pobreza e indigencia. De hecho, vuelve a ser necesaria la equivalencia que nunca debió perderse de vista, se precisa de más y mejores perspectivas.
Pero resulta que mientras el Gobierno sigue apostando a medidas como la emisión y el agrandamiento de la asistencia estatal, el Fondo Monetario Internacional pide ajustes sobre los subsidios energéticos y sobre la ayuda social. Mientras el Gobierno acota el crecimiento de las tasas y agranda sin sonrojarse la familia de dólares, el FMI reclama subir las primeras y achicar los tipos de cambio.
Y si resulta molesta la comparación con un organismo como el Fondo, pues entonces vale hacerlo con un actor local. Mientras el Gobierno recurre insistentemente a los Precios Justos como herramienta para moderar la inflación, Jorge Remes Lenicov, el economista que lideró la salida de la convertibilidad en 2002, advierte que “cuando uno tiene que atacar el problema de la inflación, tiene que ser atacando todos los factores. Uno no puede decir que ‘hay que bajar el gasto público’ o ‘hay que devaluar solamente’, el programa tiene que ser integral”.
Lo cierto es que todas las fórmulas descriptas fueron y son aplicadas como antídotos contra las cíclicas crisis del país. Cada una en su contexto mejoraron algún aspecto, pero destruyeron otro. De allí que se impone la necesidad de tener múltiples herramientas y no ajustarse a un sesgo de autoafirmación.
Por citar un ejemplo: Argentina padece hoy una de las peores sequías de su historia con fuertes efectos en la economía y la acumulación de reservas. Eso no puede resolverse con sesgos ideológicos, depende de decisiones técnicas y acuerdos pensando en el futuro. La sequía, el ejemplo para aportar una visión superadora, obliga a pensar en modelos técnicos que garanticen la llegada de los dólares que ya no entrarán por el agro.
Los problemas de Argentina no dependen nada más que de una herramienta local o externa, sino de ampliar la perspectiva a un nuevo escenario de crisis.