El prestigioso arquitecto Clorindo Testa murió en Capital Federal el 11 de abril de 2013, a los 89 años, dejando un legado compuesto por algunos de los edificios más bellos de la Ciudad de Buenos Aires.
Entre otras obras, Testa -nacido en Italia y residente desde muy pequeño en la Argentina- fue el creador de los edificios de la Biblioteca Nacional, el Banco de Londres y el Centro Cultural Recoleta, además de diseñar varias obras en Misiones.
Había nacido en Nápoles el 10 de diciembre de 1923 y llegó con pocos meses de edad a la Argentina junto a su familia, donde desde niño mostró su interés por el diseño y la construcción.
Luego de un breve paso por la carrera de Ingeniería Electromecánica, formó en 1948 una de las primeras camadas de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.
Una vez recibido, sus obras, por sus características artísticas, comenzaron a formar parte del acerbo cultural nacional. No se cansó de crear desde su estudio de Santa Fe y Callao hasta pocos meses antes de su muerte.
Además de los tres monumentos nombrados, otras creaciones de Testa son las edificaciones del Hospital Naval, la sala Di Tella y el balneario La Perla, en Mar del Plata.
También dejó su huella en Misiones, donde se erigieron paradores turísticos diseñados por él en San Pedro (usado sucesivamente como hospital, como hogar para personas sin techo, como asilo de ancianos y como cuartel de bomberos), San Ignacio y Aristóbulo del Valle.
También llevan su sello varias comisarías en Puerto Rico, Eldorado, Campo Grande, Dos de Mayo y Santo Pipó (esta última, lamentablemente, fue demolida hace pocos años) y otros tantos centros de salud de San Antonio, Candelaria (ambos también demolidos), Panambí, El Soberbio y Posadas.
Este último edificio, ubicado en Villa Sarita a pocos pasos del Parque Paraguayo, fue declarado Patrimonio Histórico, Cultural y Arquitectónico de la Provincia.
Testa, quien formaba parte de la Academia Nacional de Bellas Artes desde 1976, cosechó entre otros galardones, el Primer Premio Nacional de Pintura del Banco Central y el Premio Konex de Platino.
También recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires y ciudadano ilustre de Buenos Aires. Entre otros conceptos, Testa opinaba que a un edificio debía evaluárselo diez años después de construido.
“No sólo porque en 10 años pueden cambiar ciertas concepciones sino también porque ese lapso da la oportunidad de ver cómo puede envejecer la obra encarada, es decir, si se han tomado todos los recursos para que su vejez sea digna”, dijo al respecto en 2012.
También sostenía que el arquitecto debe mantener su estilo, pero adaptarlo a las distintas necesidades y deseos de quienes lo contratan. Decía que el profesional debe “obtener lo que el comitente quiere utilizando sus propias convicciones artísticas y profesionales”.
“Si un señor me pide un baño de un metro y medio por un metro y medio, le señalaré los inconvenientes que esa extravagancia puede traerle y, luego, lo que resulte de la consiguiente negociación, trataré de proyectarlo de la forma más eficiente posible”, dijo al respecto en la misma entrevista.