La Pascua y esa idea cálida que aún todo es posible. Son días para dejar morir todo lo que ya no queremos con la esperanza de que resucite solo eso que, de verdad, nos abrace a la vida.
La Pascua de Resurrección nos recuerda el comienzo de algo nuevo, fresco… un tiempo para vencer nuestros miedos e inseguridades. Nos ofrece un tiempo para centrarnos en las posibilidades de la vida, en lugar de fijarnos en las limitaciones. Es un tiempo para confiar.
La piedra que bloqueaba la tumba de Jesús fue removida y así también, todo lo que bloquea nuestro camino es quitado. La historia de la resurrección nos invita a vivir plenamente porque es el triunfo sobre nuestros temores e inseguridades.
Me refiero a superar esa sensación de no poder: esa que se siente como estar atascado en un ascensor lleno de gente, o apretado por la multitud en un estadio. Escucho a mucha gente que se siente atrapada en un empleo que odia, en un matrimonio fracasado o en una casa cuya hipoteca no pueden pagar.
Hay quienes se sienten atascados por su apariencia física, su edad o educación. La mayoría de nosotros nos sentimos algo limitados, como si tuviésemos obstáculos que no podemos vencer. A veces nos atrapa la pena, la rabia o el remordimiento.
Hoy los invito a reflexionar: ¿Qué quisieras hacer diferente? ¿Qué podrías hacer para concretarlo?¿Qué querés en tu vida a partir de hoy?
Tomemos esta fuerza de la Pascua; que este espíritu nos acompañe todo el año, serenamente, con la humildad y entrega de los grandes, sin estridencias, asentando lo que deseamos, limpiando lastres nuevos, enquistados, adquiridos o heredados.
Los invito a tener la valentía de resucitar lo que hemos dejado morir sin que lo merezca; y a la vez agradecer por la vigilia que sólo hacemos por los que tanto amamos.
Celebremos la reconciliación y la concordia, salgamos de nosotros mismos, de nuestros esquemas habituales, para comenzar nuevamente. Alejémonos de nuestros fracasos, nuestros corazones cerrados, perdonemos y amemos. La Pascua no nos trae una experiencia triunfalista sino existencial: se trata de amar.
Entreguémonos a la Pascua, que no implica caminar con los ojos cerrados, sino tener la fuerza para seguir caminando, aún después de habernos golpeado.