Salir de la melancolía, desintoxicarse, agregar alimentos clave, practicar el desapego y cuidar la piel son las premisas de esta estación.
El otoño es un desafío para nuestro bienestar en varios sentidos. Debemos prestar atención al sistema inmunológico si queremos llegar al invierno más protegidos. Hay que adaptarse a los bruscos cambios de clima, los primeros fríos, el viento y la sequedad. Se cae mucho el pelo (para dar lugar a nuevos cabellos) y nos enfrentamos sin anestesia a los kilos que nos trajimos de las vacaciones, cuando la ropa de medio tiempo nos ajusta más de la cuenta.
En lo emocional, el otoño es una época bella y algo triste a la vez. Nos sentimos obligados a abandonar la actitud relajada del verano y ponernos en marcha con el trabajo o el estudio, lo que produce un cruce de sentimientos: hay que dejar atrás el pasado y a la vez revisarlo. El cuerpo tiende a trabajar menos para que la tarea recaiga más en la mente.
Según la mirada holística de la Medicina Tradicional China (MTC), un sistema de salud que tiene más de 5.000 años de éxito, hay que aprender de la naturaleza. Los árboles se desprenden de sus hojas. Por otra parte, muchas plantas dan sus frutos, que están listos para cosecharse, luego de un crecimiento sostenido. Para estar en concordancia con este ritmo natural, el hombre debe hacer lo mismo: deshacerse de lo que cumplió su ciclo, cosechar lo obtenido y empezar de nuevo, aunque eso signifique despedirse de algunas cosas.
Antes que nada, establecer buenos ritmos de trabajo y descanso. Para conseguirlo, hay que ejercitar actitudes que tienen que ver con la energía mental: poner límites a la exigencia, pensar antes de actuar y de tomar responsabilidades; saber decir no. También habrá que apelar al desapego y aceptar naturalmente las pérdidas, como hacen los árboles con sus hojas; evitar actitudes “retentivas” que sólo nos hacen angustiarnos.
Si la depre asoma, salir de la melancolía con música, buenos amigos, alguna película donde hacer catarsis (ya sea riendo o llorando) y comunicarnos con los demás, mediante nuestra piel, con abrazos y caricias, suele tener efectos milagrosos.
Los chinos tienen muy claro que mediante la piel podemos curar la tristeza (incluso el duelo se trata con masajes específicos).
El ejercicio aeróbico con adecuada protección en la garganta (punto débil) es muy beneficioso también.
Y por último, toques de suavidad. El otoño trae sequedad; por lo que nuestra piel necesita agua, hidratación interna y cremas con sustancias nutritivas y suavizantes. En el rostro, son fundamentales, por el viento de esta estación.
Podemos favorecer la renovación celular de la piel mediante una exfoliación semanal, en el momento de la ducha, si nos frotamos con una esponja vegetal o un guante de crin todo el cuerpo.
En las zonas resecas como codos, pies, rodillas y manos, antes de acostarnos, se puede aplicar una crema con manteca de karité, aceite de almendras o de germen de trigo. Así, de paso, será más placentero dar y recibir caricias.