La escalada de precios sobre ciertos productos se vio exacerbada en los últimos tiempos merced a ciertas anomalías climatológicas como la histórica sequía cuyos efectos están lejos de disiparse.
Los valores de la naranja en sus diferentes tipos, uno de los productos comprendidos en esa compleja trama de inercia inflacionaria, sequía y especulación, alcanzan hoy a ciertos cortes de carne dejando al desnudo la fenomenal distorsión de precios que se desarrolla sin pausa en Argentina de un tiempo a esta parte.
La confusión es tal que no terminamos de entender si lo que está realmente caro es la naranja o la carne, aunque de fondo comprendemos sin dudas que la cuestión sigue siendo que los salarios se mueven muy por debajo del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
En Argentina suele suceder de tanto en tanto que el precio de algún producto suba por las nubes concentrando los comentarios. Pasó varios lustros atrás con la yerba mate, cuando un paquete superaba por mucho a un buen champagne habilitando todo tipo de bromas al respecto.
Hoy podría decirse que ocurre lo mismo con la naranja, pero en verdad son varios los productos de la canasta básica y la alimentaria cuyos precios se van volviendo insólitos y quedan fuera del alcance de jubilados, asalariados formales, informales y mucho más de aquellos que viven al día.
Cuando esto sucede el fenómeno se invierte y que los precios sigan subiendo comienza a ser relativo, porque lo que se deprecia es nuestra moneda.
En ese contexto es donde se desarrolla la distorsión que nos confunde respecto de los valores de los productos. Así las cosas, no debería extrañarnos que un par de zapatillas valga más que un alquiler, de hecho, seguramente ya sucede.
Son contundentes muestras de que la estructura económica está detonada y que cualquiera que aparezca y prometa bajar la inflación a la mitad en pocos meses está mintiendo.