En la madrugada silenciosa del lunes 28 de abril de 2003, Carlos Orlando “Thay” Morgenstern abandonó el mundo que le hubiese gustado cambiar para hacerlo más justo y solidario, una meta que siempre movilizó su existencia, le dio energía a su pluma de periodista y alimentó su poesía comprometida.
Thay era un tipo de profundas convicciones y le dolía en el alma la realidad de la gente más humilde, del colono, del tarefero. Su eterna lucha por la reivindicación de los que menos tienen lo alejó de los poderosos y lo ubicó en el llano, que es donde se sentía más cómodo porque desde allí ejercía en plenitud la independencia de criterio para juzgar con mayor autoridad las injusticias y las arbitrariedades.
Tenía un conocimiento cabal de la realidad de Misiones y de su gente, con la que se sentía identificado. Le gustaba entregarse de vez en cuando a la alegría elemental de las reuniones entre amigos, al chamamé y al vino, y muchas veces de su garganta surgía un “sapucay” que sacaba hacia fuera el estremecimiento ancestral que llevaba en su interior desde que vio la luz de la vida el 12 de marzo de 1958 en Cerro Azul.
Estudió en Posadas, en el Colegio Nacional Martín de Moussy, e inició estudios de ingeniería forestal que pronto abandonó para regresar a San Pedro, que consideraba su tierra natal, donde comenzó un intenso trabajo de orden ecológico, social y militante en defensa de la naturaleza y los colonos.
Era un conservacionista convencido de que el mundo sería mejor si se talara menos el bosque nativo, si se preservaran las especies de la flora y la fauna que Dios había sembrado para servir al hombre, y dejó sobrados testimonios de su tenaz y despareja lucha por salvar el planeta de los depredadores.
Como periodista, ejerció en el semanario “Usted” y en los diarios PRIMERA EDICIÓN, El Territorio y El Libertador. Siempre mantuvo posiciones irreductibles en defensa de los intereses de la provincia y sus opiniones se vieron reflejadas en las páginas de diarios y revistas. “La voz del tabacalero” fue su emprendimiento más valorado. El contenido editorial de la revista llevaba su sello personal y el estilo inconfundible de un luchador empedernido por la reivindicación de un sector clave para la economía misionera.
Pero también era un poeta comprometido que dejaba traslucir el hondo sentimiento de rebeldía que le brotaba de su interior por el dolor ajeno, el sufrimiento y la postergación de sus hermanos de raza, de
los criollos, polacos, ucranianos o aborígenes que pueblan su “tierra colorada”.
En vida publicó “Punto de bruma” (1980), “Los habitantes” (1985) y “Rastro colorado” (1997), mientras que en 2008 se recopiló su obra completa en “Alma de araucaria”.