Todos somos luz y todos somos oscuridad, el secreto está en encontrar el equilibrio. Hace poco escuché al orador japonés Kenji que decía que: “el exceso de paz necesita una cuota de caos para poder hacerse fuerte, incluso para que la vida tenga sentido”, ¿qué pensás de esto? Decía también que el exceso de paz a él le hizo preguntarse cuál era el sentido de su vida, lo que lo llevó a considerar el suicidio y que todo cambió cuando se mudó de lugar, de vivir en Japón se fue a vivir a Colombia y solo pensar en que le podían robar apenas llegaba a Colombia, ya le hizo volver a tener esas ganas de vivir.
En la luz encontramos todos los colores con sus diferentes frecuencias y vibraciones, en la oscuridad no hay nada más que el vacío, no hay colores, ni vibraciones y uno no puede existir sin el otro.
Somos seres que necesitamos de ambos para vivir, para mejorar, recordemos que contamos con el libre albedrío donde las experiencias por las que nos tocan pasar van definiendo en quienes nos vamos convirtiendo, a través de nuestras elecciones.
El color de la elección es el blanco, porque incluye todos los colores para poder elegir aquello que nos hace bien o creemos que podría hacernos bien y ahí entra esto de discernir entre lo que es bueno y malo.
El color blanco está ligado energéticamente a la disciplina, al orden, a crear estructuras y en su lado negativo esto lleva a ser personas duras, críticas, que imponen respeto.
Los colores nos sirven para trabajar emociones de una manera mucho más específica y en profundidad, por eso cuando detectamos qué nos pasa emocionalmente, podemos utilizar los colores para trabajar y llegar al equilibrio.
Todos los extremos son malos, lo ideal es vivir desde el equilibrio, encontrar ese estado, ese punto medio.
Cada uno elige cómo vivir, quién ser. ¿Ya sabés quién sos? O ¿quién querés ser?
¡Feliz Domingo!