Cuántas veces sentimos que lo que escribimos, le importa muy poco a los que nos pueden llegar a leer, quizás, pienso no captamos la vida, como si estuviera ausente el que escribe, muchas veces escribo en primera persona Nuestra escritura, lo que produzco, es lo que me importa, lo que nos exigimos escribir. Es lo que como legado mi padre me enseñó, la pregunta: ¿por qué?
Es nuestro pensar lleno de significantes y significados, interrogantes que nos hacen mostrar el mundo en que vivimos. Pienso y escribo, hablo sobre mi niñez y las infancias, soy una mujer mayor, que está transitando, viendo este mundo como un viaje en colectivo porque soy “peatonal” (así me defino, ya no manejo) camino o uso con frecuencia como medio de transporte: el colectivo, también el remís, esta fue la causa que motivó hablar de “los paradores” del casco céntrico.
Parador que significa destinado a albergar viajeros, pero yo lo resignifico y digo: el lugar donde descansan los caminantes sin intenciones de ir a un lugar especial, caminantes al fin de su jornada laboral, de madres que van o llevan a sus niños a la escuela o a sus casas, el descanso y refugio del calcinante sol de esta zona llamada subtropical, yo la creo tropical sin mar, refugio de copiosas lluvias que han estado presentes por estos días.
Es la parada, la detención de una travesía, es el lugar donde recuperan fuerzas los ancianos o del cansado enfermo tomando aliento para seguir recorriendo la vida. Que construyan estos bellos paradores, para el disfrute de todos en la ciudad de Posadas hasta los lugares más alejados, que son los lugares que no se ven o los no lugares.
No soy escritora, la palabra es para mí un lugar para expresarme como lo es la pintura, el dibujo, es un pasaje del bienestar al malestar y viceversa. Es una experiencia del presente, el recorrido (largo) de un paseante por el tiempo de la vida, que escribe y pinta lo que le importa.