En las pantanosas márgenes de la orilla paraguaya del Paraná emerge el campo de Tuyutí, a la manera de una isla entre un mar de esteros y pantanos.
El mariscal paraguayo Francisco Solano López, al concentrar sus fuerzas al norte (en Paso Pucú), se lo dejaba servido al general argentino Bartolomé Mitre, porque su plan estaba en encerrar allí a los ejércitos aliados para vencerlos en una batalla definitiva.
Cometió un grave error, pues teniendo frente suyo a un general como Mitre, no debió emplearse en una sola batalla, siempre aleatoria, sino desgastar al adversario en una lucha larga.
Su plan consistía en encerrar a los aliados en la ratonera de Tuyutí y batirlos por los cuatro puntos cardinales. El teniente coronel José Eduvigis Díaz (futuro general y héroe de Curupaytí) simuló con 5.000 hombres en Estero Bellaco una defensa de la entrada de Tuyutí el 2 de mayo de 1866: por sorpresa cayó sobre las avanzadas aliadas, tomándoles cuatro cañones a los brasileños, que arrastraría en triunfo al campamento de Paso-Pucú.
No extraña que ese movimiento engañara a Mitre, que ordenó la ocupación de Tuyutí el 20 de mayo. Debió ser lo esperado por López, que cuatro días después convocó a todos los efectivos del Ejército paraguayo a entrar por el norte, sur, este y oeste.
Con 25 mil hombres se lanzó contra 39 mil aliados (21 mil brasileños, 16 mil argentinos y 2.000 uruguayos), pero el movimiento no fue bien coordinado y el retardo del flanco derecho mandado por el general Barrios (cuya misión era envolver a los aliados por retaguardia), malogró la sorpresa.
No obstante, los paraguayos estuvieron al borde de una victoria que hubiera sido desastrosa para los aliados; pero finalmente debieron replegarse por los estragos que les hizo la artillería brasileña.
Tuyutí fue la batalla más sangrienta habida hasta ese momento en América del Sur, ya que causó entre 13.000 y 15.000 muertos en sus cinco horas de combate.