En la infancia, “la capacidad y la voluntad de jugar son indicadores de (buena) salud”, aseguró la directora de Programas de Aldeas Infantiles SOS Argentina, Lucía Buratovich, en el Día Internacional del Juego, que se celebró ayer.
Más de 40 países conmemoran cada año esta fecha instituida con el objetivo de visibilizar este derecho consagrado en el artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas y que convoca a los adultos a recuperar el valor del juego para conectarse y comprender más en profundidad a los chicos.
“El jugar tiene que estar presente en la vida de todos los chicos y las chicas, porque no sólo facilita el aprendizaje y la interacción, sino que también es la llave para que procesen situaciones adversas, miedos, inseguridades”, argumenta Buratovich.
Pero es que, además, consolida la amistad y genera pertenencia, más allá de que hoy nos parezca lo contrario en tiempos de pantallas y conexión a internet.
Debemos entender -y en lo posible experimentar junto a nuestros hijos, sobrinos, nietos, alumnos, etcétera- que los cambios de época traen nuevas formas de jugar que, no por diferentes, dejan de ser válidas. Al fin y al cabo, cada uno es hijo de su tiempo. Y al final, el juego no reglado por adultos es tan importante como el tiempo compartido con ellos.
Es decir, como adultos debemos ser capaces de “bajar del pedestal” y jugar con nuestros niños no desde la imposición, sino desde la paridad e incluso sometidos a sus propias reglas, sabiendo que “jugar a su juego” (y no al nuestro) permitirá no sólo un mejor acercamiento (y si se quiere, “control”) sino, sobre todo, contribuir decisivamente a su desarrollo integral.