El 29 de junio celebramos la fiesta de los Santos Pedro y Pablo, firmes pilares de la Iglesia católica. Ejemplos de fe incondicional y seguimiento fiel a la persona de Cristo en medio de todas las adversidades. Es oportuno que podamos enriquecernos con la espiritualidad que ellos nos han transmitido, para que sigamos con fidelidad el camino de la fe.
Tanto Pedro como Pablo nos marcan el camino de un amor incondicional a Dios y a sus hermanos en la fe. A pesar de sus dudas, búsquedas e incertidumbres, una vez que conocieron a Cristo, lo siguieron de manera incondicional y pudieron hacer las mismas obras y milagros por la gracia de la fe. También abrazaron el mismo destino final como el de Jesús, entregando sus vidas por la fe. Hoy ellos brillan en nuestra Iglesia como el faro que guía nuestra vida de fe cristiana.
El Papa Francisco nos invita a seguir el camino espiritual de nuestros santos y nos dice: “San Pedro, San Pablo y la Virgen María son nuestros compañeros de viaje en la búsqueda de Dios; son nuestra guía en el camino de la fe y de la santidad; ellos nos empujan hacia Jesús, para hacer todo aquello que Él nos pide”. Ellos nos invitan a buscar la voluntad de Dios en todo momento, especialmente en las adversidades de la vida.
La vida de San Pedro nos demuestra el camino de Dios para cada ser humano. A pesar de las debilidades humanas, Dios elige a cada persona para cumplir una misión y el amor de Dios lo conduce al camino de la santidad. A pesar de la falta de formación académica y las carencias propias, por la gracia de Dios Pedro pudo cumplir la misión. Cuando aceptamos el llamado de Dios, el Espíritu Santo obra poderosamente en cada uno a pesar de las propias limitaciones humanas.
San Pablo nos guía en nuestra vida apostólica. Todos tenemos la misión de anunciar a Cristo. Cada uno a su manera y según sus posibilidades debe compartir y anunciar el amor de Cristo. Él nos enseña a transformarnos por la gracia de la fe y el amor de Cristo. Cuando dejamos que el amor de Cristo nos ilumine, vivimos el camino de santidad. Estamos llamados a vivir la lealtad al evangelio en nuestra vida personal y fidelidad en el anuncio del mensaje del amor de Jesús.
La solemnidad de nuestros santos nos acerca a esa vocación misionera, que todos hemos recibido en el bautismo. Ellos nos invitan a vivir las virtudes cristianas de la fe y caridad, manifestada en una confianza plena en Dios y el servicio fraterno. Por encima de todo cada bautizado es un misionero y tiene la misión de anunciar nuestra fe, como diría el mismo San Pablo: “!ay de mí si no anunciare el Evangelio!” (1 Cor 9,16).
El ejemplo de estos fieles seguidores de Cristo, fortalecen nuestra identidad como iglesia que está al servicio del evangelio y la fraternidad. Que en estos tiempos donde reina tanto egoísmo y concepciones mercantilistas de la vida, nuestros santos nos animen a una vida en comunidad, una fraternidad que busca la justicia social y la igualdad. Nos animan a encontrar el verdadero sentido de la vida desde el amor incondicional.
Que sus modelos de vida, nos animen a ser fervientes mensajeros del amor de Cristo y transmisores de esperanza para los tiempos actuales. Por intercesión de nuestros Santos Pedro y Pablo, Dios nos bendiga abundantemente.