Un día como hoy de 1966, el presidente radical Arturo Umberto Illia (4 de agosto de 1900 – 18 de enero de 1983), fue derrocado por un golpe de estado cívico-militar que se audenominó “Revolución Argentina”.
Illia llegó a la presidencia de la Nación en elecciones controladas por las Fuerzas Armadas en las que se proscribió al peronismo y mientras estaba detenido el anterior presidente constitucional Arturo Frondizi.
La historia recuerda al cordobés por su honradez y por medidas audaces durante su gobierno. Illia intentó anular los contratos petroleros firmados por Frondizi con compañías extranjeras. Además, fomentó la industria nacional, destinó el 23% del presupuesto nacional a la educación (una de las mayores cifras en la historia del país), llevó adelante un plan de alfabetización, aumentó el PBI, bajó la desocupación y disminuyó la deuda externa,.
En su gobierno se sancionaron las leyes de Salario Mínimo, Vital y Móvil y la llamada Ley Oñativia, también llamada de Medicamentos.
Además de las conspiraciones del establishement y las amenazas militares; los dirigentes sindicales peronistas, encabezados por el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, acosaron la administración radical con paros y planes de lucha. Los medios de prensa hicieron el resto para crear un clima de inconformidad y golpismo. Insistieron con la supuesta lentitud del presidente y propusieron su reemplazo por un caudillo militar.
Con la prensa en su contra y una oposición que sólo buscaba el fracaso del gobierno, nadie se sorprendió cuando el 28 de junio de 1966, un nuevo golpe de Estado cívico-militar puso fin a su mandato.
Qué pasó después
Los Generales Juan Carlos Onganía (1966-1970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Lanusse (1971-1973), fueron los tres dictadores sucesivos de la “Revolución Argentina” que ostentaron de facto el cargo de Presidente de la Nación Argentina tras la caída de Illia. Durante estos años el país se rigió por el Estatuto de la Revolución Argentina, colocado al mismo nivel jurídico que la Constitución Nacional.
En los años que siguieron Argentina entró en una espiral de violencia y faccionalismo que perjudicó gravemente la convivencia política, el progreso económico y el desempeño institucional.
En 1972 el gobierno militar convocó a elecciones generales y Héctor José Cámpora, candidato del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) y delfín de Juan Domingo Perón, resultó electo con el 49,6%.