El otro día leí en Internet una frase que me dejó pensando, decía: “No le des la bala que le faltó para matarte”. Qué dura frase, pensé.
Y esa frase siguió revoloteando en mi mente. Hoy, mis pensamientos saltaron al papel, creo que como todo en esta vida nada es blanco o negro, por lo que me parece no cabría una única opinión.
Y cuando digo segundas partes no me refiero solo a una relación amorosa, es también una amistad que ya no nos llena, un trabajo en el cual no nos sentimos a gusto; tiene que ver con volver a algo que por alguna razón decidimos dejarlo.
Creo que todas las respuestas están en nuestro interior, dentro nuestro tenemos como una biblioteca llena de libros de sabiduría y solo tenemos que aprender a buscar la respuesta que ya tenemos.
La clave para mí está en dos cosas: las preguntas que nos hacemos y qué sentimos en nuestra piel cuando nos respondemos.
Las preguntas que nos hacemos, si están bien formuladas nos conducen a los verdaderos motivos por los cuales estamos evaluando regresar a algo que por algún motivo decidimos abandonar.
¿Es nostalgia de los buenos momentos lo que estamos sintiendo? ¿Estamos buscando seguridad de tener algún trabajo? ¿Estamos sintiendo soledad?
Volver por motivos como nostalgia de algo que fue pero ya no era, seguridad de tener algo aunque no nos llene, o soledad por no hallar el camino a encontrarnos con nosotros mismos; es buscar afuera lo que en realidad está adentro, no lo hallaremos y será incrementar el sufrimiento.
La única razón por la cual resulta sanador elegir regresar a una relación o a un trabajo es poder ver con los ojos abiertos a dónde estaría regresando y decir desde el fondo del corazón: “lo elijo libremente porque me hace feliz, porque cuando estoy en esa relación ya sea personal o laboral siento que me potencia, me impulsa a más, saca lo mejor de mí”.
La libertad de elegir es el regalo que nos dio Dios cuando vinimos a este mundo, todo el tiempo elegimos y hacer honor a ese regalo tan maravilloso es ser conscientes de ello, y decir “Sí” solo cuando realmente lo queremos.
Darnos cuenta que siempre tenemos la oportunidad de elegir libremente nos empodera, superar nuestros miedos nos hace fuertes, creer en nosotros mismos nos asegura tomar la mejor decisión.
Por ello, segundas oportunidades no son ni buenas ni malas. Todo depende del motivo por el cual elegimos volver a intentar y si la respuesta es sincera y verdadera, no importará el resultado porque elegir conscientemente nos ayuda a crecer.