El problema de las adicciones y el consumo problemático es complejo. Muchas veces una adicción desencadena situaciones delictivas o crisis psiquiátricas y, si bien existen centros de salud especializados en salud mental, luego que estos establecimientos estabilizan al paciente, los dan de alta (como sucede en cualquier otra institución), haciendo que la persona vuelva a reincidir una y otra vez.
Bajo el lema “Abrazar la vida como viene”, para acompañar a esas personas que sufrieron una adicción, y darles herramientas para que se reinserten socialmente, voluntarios miembros de La Familia Grande del Hogar de Cristo comenzaron el proyecto de construir la Casita de San Miguel, un espacio que estará dentro del predio del Hospital Ramón Carrillo, que funcionará de acogida para las personas que quieren dejar de consumir. Así lo narró, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN, el sacerdote a cargo del proyecto, Daniel Pesche.
“La Casita de San Miguel será un espacio de permanencia continua. La intención es que pueda servir a la persona para que siga una primera fase de abstinencia; y luego, reinsertar a todos estos chicos en el mundo escolarizado, del estudio y el trabajo. Es decir, no solamente decir ‘dejá de drogarte’, sino darle las herramientas para reinsertarse socialmente” afirmó Pesche.
Para eso, trabajarán con talleres de fabricación de baldosas artesanales decorativas, con un proyecto de huertas, de electricidad y con otras propuestas que irán definiendo, y que servirán como herramienta para que las personas puedan reinsertarse y “replantearse su vida”. A su vez, si bien la idea inicial es que la casa funcione como una acogida transitoria, para aquellas personas que necesiten más tiempo, la agrupación tiene el contacto con algunas granjas en Córdoba y Buenos Aires que podrían ofrecer estadías más prolongadas.
“Según lo que conversamos con la doctora encargada, muchas personas acuden al Carrillo, no por las drogas en sí, sino porque, por medio de las drogas, despiertan algún problema psiquiátrico. Ahí el Carrillo hace lo que está a su alcance: atender la crisis y acompañar esa internación, pero en un momento dan de alta al paciente y cuando eso pasa el chico vuelve al lugar donde se drogaba: es ahí donde queremos intervenir. Queremos que salga y tenga la información que nosotros estamos, porque el consumo siempre viene a tapar algo: una realidad de abuso, de violencia, de vulnerabilidad. Cuando quitás el consumo queda la vulnerabilidad”, afirmó.
Es así que la casa comenzará funcionando con una capacidad para aproximadamente 20 personas, con habitaciones para hombres y mujeres; y una sala para talleres.

Un trabajo a pulmón
Para lograr ese objetivo es que alrededor de 15 voluntarios estables se reúnen los lunes, miércoles y viernes por la mañana para remodelar un antiguo salón en desuso del Hospital Carrillo, que el Ministerio de Salud cedió para ese fin.
En cuanto a las herramientas, la pintura, y demás elementos de construcción, los consiguen porque “Dios los provee”, explicó el Padre. Es decir, producto de contactos y donaciones que hacen terceros que se solidarizan con la causa.
Es así que aceptan como donación cualquier elemento que pueda servir en una casa: muebles, electrodomésticos, elementos de cocina, etcétera. “Hoy nos llegaron algunas sillas, dos camas, Dios toca la generosidad de mucha gente que nos ayuda”, indicó.
En ese sentido, “es un gran paso que el Ministerio nos haya dado este espacio, pero lo que necesitamos es todo lo que sea necesario para una casa: no planteamos algo hospitalario sino formar un hogar que muchas veces estos pibes no tuvieron. Por más usado o dañado que esté a nosotros nos sirve, lo arreglamos”, señaló el Padre.
Si bien tanto los voluntarios como el Padre profesan la religión católica, un sello que tendrá la Casita de San Miguel, según lo explicó Pesche, es que acompañará a las personas que acudan sin juzgarlas, sin pedir fe de bautismo y sin buscar una conversión masiva, sino que vuelva a vivir y que luego, si quiere, elija la fe que quiera.
“Más del 90% lo hará la misma persona, para mí como sacerdote Dios es el que hace todo ese trabajo junto con la persona. Para mí es un privilegio ser testigo de lo que Dios hace con cada uno de ellos”, finalizó.
“No podemos mirar al costado”
En el marco del proyecto, la FM 89.3 Santa María de las Misiones habló con una de las voluntarias, Delia Dejarano, quien explicó que la demanda no solo corresponde a chicos del barrio Manantiales (donde la organización La Familia del Hogar de Cristo tiene un dispositivo) sino de chicos de todos los barrios que muchas veces acuden con sus familias buscando ayuda.
A su vez, contó que muchas familias y amigos de personas con adicciones acuden a ellos ya que no saben cómo abordar la problemática o a quiénes acudir.