Hace más de veinte años, la curiosidad de Karina Viviana Alonso (50) la detuvo frente a un afiche que invitaba a la práctica del Taekwon-Do, pero, en ese primer momento, no la atrajo la disciplina promocionada, sino la inmaculada indumentaria denominada “Dobok” que utilizan en este arte marcial de origen coreano. Inmediatamente, comenzó con el entrenamiento, y nunca tuvo una falta.
El 1 de julio, en el Club Alemán, fue sometida a un riguroso examen para acceder al VII Dan, celebrando haberse convertido en la primera mujer de la provincia en llegar a la categoría de Maestro. Fue evaluada por parte de dos grandes maestros de Buenos Aires: los Grand Master Alberto Katz (IX Dan) y Carlos Gómez de Olivera (IX Dan), quienes ostentan la categoría necesaria para examinarla. Estuvieron junto al Sahyum Nim Aníbal Granada, maestro de Alonso, y el Sahyum Nim Carlos Méndez, director Academia Internacional de Taekwon Do (AIT). “Es un logro muy grande del que todavía no soy consciente. Fue un examen muy lindo pero muy exigente. Podría haber viajado a Buenos Aires, pero quería rendir en mi casa, cerca de mi gente, y lo pude hacer”, manifestó la Directora del Instituto de Taekwon-Do Club Alemán y presidente de la Asociación Taekwondistas de la ITF CIPAE.
“Lo que rescaté no fue tanto el halago del físico, sino lo que aprendí de lo que es la humildad, la docencia y la pasión por el Taekwon-Do, que es lo que estos maestros transmitieron en el examen. Hacía bien la técnica, pero le agregaban esa cuota de, por ejemplo, sugerirme que me afirmara más con el pie en algunos momentos y me dieron esa fuerza como para que esta escuela se transforme en una escuela fuerte”, añadió la deportista, nacida en Oberá, que llegó a Posadas para seguir la carrera de bioquímica en la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales, de la UNaM.
Durante esa mañana del 1º de julio también estuvieron los hermanos Sabum Nim Agustín Leites (VI Dan) y Sebastián Leites (VI Dan), que son los referentes del arbitraje en Misiones y son parte del Instituto Club Alemán. Junto a los Grand Masters fueron los disertantes de la GM Class para jueces y árbitros.
Dijo que “separé un poco la parte didáctica y técnica de esa parte espiritual que con esa categoría de IX Dan, ellos lo transmiten como lo transpiran. Me pareció sumamente importante quedarme con esa parte de fortaleza y de humildad, a la vez”. Analizó que son dos cosas opuestas, “pero que creo que si logro con el tiempo que mis alumnos vean eso en todos los instructores que formamos, se va a lograr una escuela muy fuerte. Es lo que anhelo. Mi deseo más grande es que cada uno de mis alumnos, cuando llegue a esta categoría que alcancé yo, rindan con estos mismos maestros porque de verdad que se siente, se respira Taekwon-Do en ellos, y al que le gusta es difícil explicar con palabras, si uno no lo está viviendo en ese momento”.
Entiende que es una responsabilidad muy grande, “es algo a lo que nunca imaginé llegar, pero tengo un equipo de trabajo que responde. Sola no podría haberlo hecho. Tuve la suerte que en toda mi vida se me cruzó y estuve rodeada de gente muy buena. Gracias a eso se formó un equipo tanto humano, como en la parte de arbitraje, como en la parte de forma, como en la parte de lucha. Organizamos un evento y están todos trabajando. Por eso, cuando me entregaron el cinto y la categoría, que fue un momento muy emotivo, dije: la mitad de este cinto es para mi esposo, Mariano Vaena (VI Dan), que me ayudó mucho en todos estos años. Y la otra mitad del cinto es para cada uno de mis alumnos, un pedacito”.
Justamente estaba becada en el Hospital Madariaga cuando vio ese afiche, que le llamó la atención y que le cambió la vida, y la de algunos miembros de su familia. “Empecé a entrenar y fui rindiendo en los tiempos que había que rendir las categorías de color. Antes de llegar a cinturón negro mi instructor me pidió que sea su ayudante con los más chiquititos. Y así, descubrí mi pasión, enseñando. Ahí me di cuenta que eso era lo que yo quería. Todavía estudiaba en la Facultad, donde me recibí de Laboratorista Química Industrial. Gracias a ese título, me especialicé en Buenos Aires en citología, en todo lo que es cáncer de cuello de útero. De eso trabajo por la mañana (de 6 a 14) en el Hospital Madariaga y al salir vengo al Club Alemán, donde estoy dando clases hasta las 21, como instructora de Taekwon Do”, relató emocionada porque el mismo día que rindió para VII Dan, su hija Morena rindió para (I Dan). Quienes saben, aseguraron que es la primera vez que ocurre tamaña coincidencia: que el mismo día una mamá rinda para 7° Dan (maestra) y que su hija lo haga para 1° Dan.
Respecto a cómo llevar adelante la responsabilidad laboral y deportiva, además de la familiar, indicó que es necesario tener disciplina y ser muy metódica. Actualmente trabaja en el hospital como laboratorista (citotécnica), además de esposa de Mariano Vaena, como mamá de Morena y de Stefanía, y abuela de Matilda.
Niños fuertes de espíritu
Alonso sostuvo que el Taekwon Do se enfoca en los principios, en los valores, complementando lo que hacen los padres en sus hogares. “Tenemos que ser como docentes, pero, a la vez, formar niños sanos tanto físicamente como fuertes de espíritu. Es decir, aplicamos esa docencia con los principios y, a la vez, son soldados, porque tienen que ser fuertes desde chicos. Por eso tratamos de transmitir a los padres que el Taekwon Do, con la cortesía, la integridad, la perseverancia, el autocontrol y el espíritu indómito, es lo más completo para el chico. Más cuando -como sucede actualmente- hay pocos valores, y el adolescente está medio perdido con tanta tecnología y tantos vicios”. Entonces, desde la disciplina, “lo que enseñamos es: a respetar, con la cortesía, que todo lo que aprende en el gimnasio, lo traslade afuera, donde se mueve. Como instructores nos deja muchos frutos buenos, y es una gran ayuda en la casa para los padres”.
Aunque, muchas veces, el padre nuevo “cree que le vamos a enseñar a patear, a pegar, a ser violento. Cuando acude a la primera clase, el chico cree que va a saltar por la pared. Entonces, lo que hacemos es, totalmente lo contrario. Le hablamos mucho, para que sepa que tiene que respetar, que tiene que pedir permiso, que tiene que decir gracias, que tiene que criarse desde pequeño con todos esos valores. Y ahí cambia radicalmente la idea que tenía el padre y la madre de lo que es la disciplina, y se sienten cada vez más cómodos, porque el chico, busca tener una disciplina, una rutina, ese espacio para él y es lo que encuentra en el gimnasio”, explicó la hija de Ricardo Alonso y Elsa Pedrozo Gómez, ambos docentes jubilados.
Para Alonso, la base del éxito del Taekwon-Do son los principios. “El buen instructor es el que prioriza los principios antes que la competencia, antes que otra cosa. Está bien la técnica porque la necesitamos para formar buenos instructores y con esa buena técnica que tengan bien fuerte, aprendidos los principios, podrán sortear cualquier dificultad que se le presenta. Entonces con eso pueden crecer muy fuertes, con mucha personalidad, muy seguros, siempre dependiendo de lo que le transmita el instructor. De lo contrario, sería preparar una persona que destruye, y lo que quería el general Choi Hong Hi, que es el fundador del Taekwon- Do, es tener un mundo donde haya paz, donde haya respeto. Esa es la misión que yo con esta categoría siempre la fui inculcando”.
Además de dar clases en el Club Alemán, lo hace en la Escuela Nº 826 de Itaembé Miní, y en el Club de Educación. También en las filiales que el Instituto posee en el barrio Santa Elena (Garupá) y en el barrio Tacurú (Posadas). Todos esos gimnasios pertenecen a la Asociación de Taekwondistas ITF CIPAE (Cortesía, Integridad, Perseverancia, Autocontrol y Espíritu indómito, que son los cinco principios).
Respecto a cómo llevar adelante la responsabilidad laboral y deportiva, además de la familiar, indicó que es necesario tener disciplina y ser muy metódica. Casi toda la familia se incorporó a la disciplina a partir de su incursión: su esposo Sabun Nim Mariano Vaena (VI Dan), su yerno (V Dan), sus hijas y sus sobrinos, su hermana Laura y su cuñado. “Siempre doy ese ejemplo a mis alumnos, que toda mi familia lo práctica, pero porque sé que es algo bueno. Cuando uno siente que es algo bueno, quiere que todo el mundo haga”, celebró, quien aún no pudo convencer a su madre, Elsa, y a su hermano Juanjo, porque residen en Oberá. Todo es cuestión de organizarse. De lunes a viernes, el día de Alonso comienza a las 5 y termina a las 23, con alrededor de 400 chicos que giran en torno a sus enseñanzas. Los sábados hace hockey con las Mamis, en el Tacurú, que es su “cable a tierra”, mientras que los domingos disfruta de su nieta.
Trabaja en el Hospital Madariaga, donde no se cansa de insistir a las mujeres que se hagan un papanicolau, porque en el microscopio busca células del cáncer de cuello de útero y “veo mucha cantidad en la provincia. Después vengo al Club y hago esta parte que también me gusta, donde estoy rodeada de tanta energía de los chicos. Creo que eso ayuda a que me mantenga con pilas, porque son dos cosas muy fuertes, que ayudan a la gente, a la sociedad, y por eso me mantengo siempre bien. Además, porque el deporte hace bien. El deporte en la mujer es fundamental”, aseguró.