Hace cinco años, un hombre de 71 años movilizaba a toda la Policía de Leandro N. Alem tras asegurar que había sido víctima de un secuestro extorsivo o, si se quiere, de una “salidera bancaria”.
No obstante, las contradicciones lo llevaron a confesar que, en realidad, había pergeñado la historia tras perder 10 mil pesos que eran de su suegra. Insólito pero real.
Todo comenzó el 26 de julio de 2018 a las 12.30, cuando la supuesta víctima se presentó en la guardia de la Unidad Regional VI para contar que minutos antes había salido del cajero automático, donde extrajo 10 mil pesos, y que, al llegar a la esquina de Urquiza e Hipólito Yrigoyen, a una cuadra de la céntrica avenida Belgrano, fue abordado por un maleante que lo tomó del brazo y por la fuerza lo hizo entrar a un Chevrolet Corsa gris, con vidrios polarizados.
Había comenzado la pesadilla. La víctima aseguró que en el interior del rodado aguardaban otros dos maleantes, uno de los cuales portaba un arma de fuego con el cual comenzó a amenazarlo de muerte a cambio de la entrega del dinero que acababa de extraer.
“Dame todo, no te resistas, no te va a pasar nada. Entregá todo y vas a estar bien”, contó sobre las amenazas de los delincuentes, quienes tenían entre 35 y 40 años. No conformes con sembrar el terror de modo verbal, los malvivientes encendieron el Corsa y “pasearon” por cuatro cuadras al denunciante, quizás con la intención de hacerle pensar que lo llevarían a un descampado para ultimarlo.
La recorrida terminó sobre Yrigoyen y la calle terrada Germán Kordts, en los confines de la zona céntrica, cerca de un sector de espesa vegetación.
Entonces, los uniformados iniciaron una investigación y, en principio, notaron que sorpresivamente el damnificado no presentaba ningún tipo de lesión.
No obstante, se montó un rastrillaje en busca del Corsa, a la vez que se solicitó colaboración a dependencias de Oberá y Cerro Azul, ante la sospecha de que los maleantes pudieran haber tomado la ruta nacional 14 para darse a la fuga.
También recurrieron a las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona para intentar dar con algún dato de los autores. Fue entonces cuando el relato de la “víctima” comenzó a quedar en evidencia. Nada cerraba: no había ladrones, armas ni un auto gris.
Los detectives resolvieron volver a entrevistar a la víctima para “aclarar” algunas cuestiones y fue allí que, acorralado por las pruebas, no tuvo más opciones que confesar: había maquinado toda una historia falsa para evitar los regaños de su familia.
Lo único cierto era que había extraído los 10 mil pesos del cajero, dinero que pertenecía a su suegra y que había perdido en el regreso a casa.