“Nuestro yo individual no es la significación más alta de nuestro ser, porque en nosotros tenemos al ser cósmico, inmortal, que no teme al dolor ni a la muerte…” Así concluía nuestra lectura anterior.
Ahora, finalizada la práctica de yoga nuevamente nos sentamos a leer, abrimos el libro del Maestro y Poeta Rabindranath Tagore en la página señalada y encontramos que añadía: “porque en la Ley Universal se encuentra la base misma de la vida”.
Por eso la antigua sabiduría enseña que “la verdadera liberación del ser humano es la que nos hace salir de la avidya, de la ignorancia que nos lleva a creer que nuestro yo es real y tiene en sí su plena significación, y que nos hace vivir como si el yo fuese el objetivo supremo de la vida, lo que nos trae amargas decepciones puesto que su naturaleza misma lo lleva a desaparecer”.
También comprendemos que “las enseñanzas de los mayores sabios no deben quedarse en el simple estudio de sus palabras, sino que debemos darles realidad en nuestra propia vida”. Por eso hemos de librarnos de la avidya, de la ignorancia, y así “nuestro espíritu hallará su libertad en la verdad interior” y “las palabras nos dejarán pasar a través de ellas para conducirnos a ese conocimiento emancipador”.
Precisamente, “la expresión sánscrita dharma se refiere a la naturaleza íntima, la esencia, la verdad implícita en todas las cosas. Es el fin último en nuestro ser”. Por eso, “cuando hacemos el mal infringimos el dharma, faltamos a nuestro verdadero propósito”.
Entonces, “conocer el más alto ideal de libertad de un ser humano es conocer su dharma, la esencia de su ser, el verdadero significado de su yo”.
Y pese a ver personas que “consideran como libertad cuanto les proporciona ocasiones ilimitadas de placer y de triunfo para su ego”, sin embargo “nuestros grandes maestros reveladores sacrificaron su pequeño yo, porque la naturaleza superior del ser humano siempre busca su verdad más profunda y superadora, su dharma, y de los sacrificios hace su propia recompensa”.
Namasté.